(Foto: Freepik)
La naturaleza ofrece grandes espectáculos, y uno de ellos es el que se produce entre febrero y marzo cuando los cerezos se tiñen de blanco y rosa gracias a sus flores. Pero, aunque existen lugares en España, como el Valle del Jerte, donde este paisaje es más imponente, también hay un pequeño rincón en la capital en el que se puede vivir la magia de la primavera en todo su esplendor.
Se trata de la Quinta de los Molinos, donde existen casi 1.900 ejemplares de diversas variedades de almendros. Un lugar donde perderse paseando por los senderos que atraviesan este parque, al que centenares de madrileños acuden cada año para disfrutar de este espectáculo. En concreto, son 1.895 almendros los que conforman un ecosistema único dentro del parque, que el Ayuntamiento va reponiendo para mantener la diversidad.
La variedad más predominante es la ‘marcona’, una de las más apreciadas por la calidad de sus almendras y su abundante floración, con un total de 1.277 ejemplares. La segunda variedad más numerosa es la ‘desmayo largueta’, con 396 árboles, conocida por sus características almendras alargadas y su floración temprana.
Además, el parque cuenta con 226 almendros de otras variedades que se encuentran dispersos por toda su extensión, enriqueciendo la biodiversidad y aportando matices diferenciados al conjunto. Esta combinación de distintas especies no solo contribuye a la diversidad paisajística, sino que también juega un papel fundamental en el proceso de polinización.
La presencia de diferentes tipos de almendros favorece este proceso natural, incrementando la fertilidad y asegurando una floración más prolongada en el tiempo.
Gracias a esta variedad, la Quinta de los Molinos ofrece, durante varias semanas. Un espectáculo floral de extraordinaria belleza, en el que las tonalidades blancas y rosadas de los almendros en flor cubren el parque, atrayendo a visitantes y amantes de la naturaleza.
Sin embargo, este espectáculo es impredecible y no tiene una fecha marcada en el calendario, sino que factores como la temperatura y las precipitaciones pueden adelantar o retrasar este proceso de floración, haciendo que cada temporada sea única.
Además, la finca que alberga este almendral cuenta con otros importantes atractivos, puesto que en el corazón de esta Quinta conviven almendros en flor, construcciones históricas y frondosas áreas arboladas. Allí se encuentra el Palacete de la Quinta, una construcción que sigue los principios del movimiento de la secesión vienesa, parte del modernismo, y que en su día fue la residencia de su propietario.
Muy cerca de él se levanta la Casa del Reloj, otro edificio de gran interés arquitectónico que debe su nombre al antiguo reloj que marcaba las horas en la propiedad. También, se pueden recorrer los caminos, diseñados con curvas suaves y rodeados de vegetación frondosa, que invitan a un paseo donde la naturaleza es la protagonista, al igual que sus jardines geométricos, situados cerca del palacete, que, con su diseño ordenado, con senderos alineados y setos recortados, reflejan la influencia de los jardines clásicos europeos.
También, otro lugar imprescindible es el estanque, construido en la vaguada del arroyo de Trancos que en su origen abastecía de agua los cultivos de la finca, pero que ahora se ha convertido en un tranquilo rincón natural donde diversas especies de aves y anfibios han encontrado refugio en medio de la bulliciosa capital madrileña.
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