Una imagen muy habitual es ver los caminos circundantes a los viñedos repletos de rosales. Además de bonito, esta curiosa imagen tiene una importante función, la de servir de “aviso”, ya que si el rosal se ve afectado por el hongo oidio, la vid también lo estará, pero aún a tiempo de ser tratada.
Las flores que aparecen en muchas etiquetas de botellas de vino pueden ser simplemente decorativas. Sin embargo, en algunas ocasiones, esas flores pueden transmitir varios mensajes. Puede ser que las flores estén relacionadas con la historia del vino, apareciendo en uno de sus pasajes de manera poética y bucólica. Pero la razón más evidente es que estas flores nos lancen un mensaje sobre lo que nos vamos a encontrar en el vino, aromáticamente hablando.
Como ya os hemos explicado en otras ocasiones, y también como ya sabéis los wine lovers, una de las series aromáticas que podemos encontrar en el vino es la floral. Esto puede venir por los aromas primarios, que son los que proceden de la variedad de uva; los aromas secundarios, propios de la fermentación y que no suelen producirse con carácter floral; y los aromas terciarios, propios de la crianza, y en los que también podemos encontrar series florales.
Los aromas florales no se añaden poniendo flores o añadiendo esencias, sino que son simples coincidencias químicas que nuestro cerebro interpreta por medio de los quimiorreceptores de las fosas nasales. Estos receptores están conectados con el nervio olfatorio que se encarga de trasmitir esta información al bulbo olfativo que la transmite a su vez, al centro olfatorio y al gusto.
Los aromas florales más comunes que podemos encontrar en el vino son los de la madreselva, la flor de naranjo, el jazmín, la rosa, la violeta, la acacia… Pero, como hemos dicho, son solo los más comunes, ya que podemos encontrar muchos mas. Normalmente cada variedad encierra aromas particulares y cada vino puede mostrar aromas florales únicos.
Por ejemplo, la variedad moscatel suele mostrar aromas a saúco, azahar y, en algunos casos, a rosa blanca. La garnacha blanca puede evocar aromas a verbena y flor de naranjo. La riesling a acacia o manzanilla. La flor de espino está muy presente en la chardonnay y las rosas en la gewürztraminer.
Pero estos toques florales no solo se encuentran en los vinos blancos, también los tintos tienen aromas florales. Las rosas rojas y las violetas se suelen llevar la palma en nuestra interpretación floral de los tintos en muchas de sus variedades. Y cuando hablamos de crianzas pueden aparecer toques de clavel, geranio, flores marchitas, lavandas y como no, la flor de la vainilla y la canela.
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