Una de las mejores cosas que hacemos los sumilleres es ir a conocer in situ los vinos que prescribimos en nuestro trabajo diario en los restaurantes. En uno de esos “sufridos” viajes he tenido la oportunidad de conocer de primera mano el trabajo y la pasión de Gérard Bertrand, un viticultor mundialmente reconocido.
Es hablar del sur de Francia y pensar inmediatamente en sol, mar y vacaciones. Y no se puede negar que allí el clima es muy suave, con una media de 2.400 horas de sol al año en la región del Languedoc Roussillon. Los vientos marinos esculpen las tierras de esta región, en general áridas, y favorecen la estampa inamovible de un inmenso cielo azul.
El paisaje ondulado y la cadena pirenaica contrastan con esta aridez y rompen las canículas que pueden castigar duramente la región. Esta riqueza natural brinda a los viticultores un terreno de expresión extraordinario: en el Languedoc Roussillon cuentan con la mayor diversidad de cepas del mundo.
Siendo él mismo hijo de estas tierras, Gérard Bertrand pone todo su empeño en dar a conocer el tipo y la diversidad excepcional de cada terruño de la región a través de vinos tintos, blancos, rosados, espumosos, varietales o de denominación. Todo un abanico de promesas que permite satisfacer diferentes expectativas gustativas de varias zonas del sur de Francia. No en vano son varias las propiedades entre Narbonna, Carcassonne, Montpellier, Perpignan, por nombrar las más importantes.
Preocupado por el entorno y respetuoso con la naturaleza, pero sobre todo con su propia filosofía, trabaja agricultura responsable y biológica, avalada por Terra Vitis y en algunas de sus fincas, en biodinámica y posee el sello Demeter en varios de sus trabajos.
La gama de vinos de Gerard Bertrand es muy amplia como he comentado anteriormente. Toca sutilmente una nueva línea con tendencias enfocadas a nuevos winelovers, pero desde luego, cuenta con vinos de excepción como su rosado Château la Sauvageonne La Villa o su Domaine de l’Aigle Pinot Noir.
Si eres amante del enoturismo, cuenta además con un maravilloso hotel, el Château L’Hospitalet, que además de bodega es un lugar donde disfrutar del relax, la gastronomía, pero también con un espacio dedicado al jazz o a las exposiciones de diversos tipos de arte contemporáneo. En una de sus salas, cuentan con vinos en diversos grandes formatos y de añadas míticas.
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