Álex González: “Actuar es la excusa perfecta para obsesionarme con algo sin que me juzguen”
Daniel y Klaus son dos hombres en la búsqueda desesperada de su identidad. Dos hombres con muy diferentes destinos. Álex González se ha metido en la piel de ambos en La sospecha de Sofía, la adaptación al cine del libro del mismo título de Paloma Sánchez-Garnica, ganadora del último Premio Planeta con Victoria. Para interpretar a estos dos gemelos, Álex tuvo que perder peso y volumen, así como adentrarse en un lugar interior oscuro e intenso para entenderles y comprender su vulnerabilidad, llegando incluso hasta la lágrima, porque ha habido muchas…
The Luxonomist: Me encanta verte, Álex. Ya sabes que me alegras el día.
Álex González: Tú a mí también (risas).
TL: Ya sabes que cuando te veo siempre me acuerdo de que tu madre te dijo que naciste sonriendo. No me extraña nada…
Álex González: ¡Qué memoria tienes! Fíjate que el otro día volví a hablar con ella de eso. Y me volvió a decir que no era una broma, que cuando la comadrona me dio un cachete, en lugar de llorar, me reí (risas).
TL: Siempre has sido muy disfrutón, lo llevas en el ADN. Eres el hombre de la eterna sonrisa, aunque a veces se te borre…
Álex González: Hay cosas que me la borran, pero reaparece con mucha facilidad. Es por puro egoísmo. Cuando la vida te la tomas con humor, se pasa todo mejor y, aun en los momentos más duros, hay lugar para reírse. Cuando sonríes estás compartiendo algo con otra persona. Esta conversación, por ejemplo. Si estuviera solo no estaría sonriendo como ahora, créeme (risas).
TL: Vamos a los que nos ocupa, que siempre acabamos hablando de mil cosas. Estrenas La sospecha de Sofía. ¿Habías leído el libro antes de que te llegara el guion?
Álex González: Lo empecé a leer porque era un proyecto del que me habían hablado hace unos tres años. Cuando iba por la mitad, aunque me estaba fascinando, decidí parar. Porque si se hacía la película quería quedarme con esa primera sensación. Cuando me la confirmaron, lo retomé y recurrí a él durante el rodaje para leerme con calma fragmentos en los que se explicaba muy bien la vida de los protagonistas y el entorno de la época.
“Hace años que intento trabajar de una forma mentalmente más saludable”
TL: Cuando leí el libro me imaginaba a los actores que interpretarían la posible película. Tenía claro que Daniel/Klaus serías tú…
Álex González: ¡Anda ya! ¿En serio? ¡Qué bueno! La verdad es que yo no me vi muy reflejado en un principio. Pensé: “¡Qué difícil hacer una película de este libro!” No solo por poder abarcar toda la historia que se relata, sino también por la complejidad de los personajes y la ambientación de esos años oscuros y densos de la historia de Europa, concretamente.
TL: ¿Hacer un doble personaje es el más difícil todavía?
Álex González: Con el tiempo me he dado cuenta de que, aunque empezábamos esta conversación con que nos gusta reírnos, cada vez soy más consciente de que soy bastante intenso (risas). Me dedico a lo que me dedico porque tengo la excusa perfecta para obsesionarme con algo sin riesgo a que me juzguen. Disfruto metiéndome en las profundidades de los personajes y vivir esa intensidad que tengo sin discusiones, no yéndome a la cama enfadado.
El miedo a los dos personajes lo transformé en respeto y el respeto en trabajo para afrontar el reto de los dos. Tuve que alojarme en dos mundos ideológicos muy diferentes. Al principio de la lectura de guion tenía ese punto ególatra de… “¡Dos personajes, qué bien, me voy a lucir!, pero luego me di cuenta de que no era así. Se tenían que parecer mucho y el trabajo no era tanto externo como interno. Pero creo que he salido victorioso (risas).
“En pareja es bonito re-enamorarte, cambiar, evolucionar”
TL: Daniel y Klaus son el día y la noche. ¿Con quién será más fácil empatizar?
AG: Yo creo que todos empatizamos mucho más con Klaus… ¿O no? ¿Tú con quién?
TL: Con Klaus sin duda alguna. Daniel me parece anodino…
AG: Estoy contigo, es la palabra apropiada. Yo creo que Daniel tiene un conflicto que, si hubiera ido a terapia, se lo habrían arreglado (risas). Klaus por momentos puede parecer un héroe y es todo lo contrario, en el fondo es un pobre hombre que está en contacto con la pérdida y la extorsión. Es una marioneta del gobierno y ni siquiera es dueño de su propia vida. Las cosas terribles que hace son para salvar a su familia, su hija, su hermana… Yo, como tú, también empatizo más con él.
TL: ¿Cómo reaccionarías si sabes que quien tienes al lado no es quien piensas?
AG: ¿Qué haría yo? Me conoces ¡Cortar por lo sano! (risas) Hay tantas personas bonitas por conocer que ¿para qué seguir con una farsa? Pero entiendo lo que le ocurre a Sofía, que se encuentra en ese laberinto sin saberlo ni pretenderlo. En su etapa con Klaus, se enamoran los dos sin esperarlo porque, entre otras cosas, él encuentra en ella el hogar que no pudo construir. Como actor, cuando Klaus entraba en casa, me gustaba volver a ese recuerdo de infancia, de rosquillas recién hechas, todas esas cosas del hogar que te abraza. Eso es lo que le pasaba a él y, por momentos, se olvidaba que tenía una misión y disfrutaba de esa vida que no había conocido.
“Mentir es una falta de empatía, amor y respeto por la otra persona”
TL: Ahora que hablas de entrar en casa… ¿no dejabas los personajes en el set de rodaje?
AG: Pues mira Amalia, desde hace unos años intento trabajar de una forma más saludable mentalmente, que es la de decirme a mí mismo que yo no soy el personaje, que solamente soy un actor que está al servicio de quien me toque en suerte interpretar. Neurológicamente es mejor no hablarte en primera persona y volver loco a tu cerebro.
Dicho esto, creo que hay personajes más demandantes que otros. Los hay que te permiten dar el 100% en el rodaje y luego, cuando te vistes con tu ropa, tal vez puedas desconectar e irte a cenar o a casa y cambiar de tema. Pero estos dos personajes no me lo han permitido. Durante ocho semanas fui ellos y me despedí de todo tipo de vida social, de mis amigos y de todo, porque tenía que focalizarme por completo en ellos. Fueron realmente demandantes a todos los niveles, incluso en el aspecto físico, porque tuve que perder peso y volumen.
TL: Para alguien como tú, que se cuida y va al gimnasio, no debió ser fácil para que no te afectara emocionalmente…
AG: Pues sí me afectó emocionalmente (risas), pero sabía que era un periodo corto al servicio de la película. Sabía que, el día que termináramos el rodaje, volvería a mi día a día. Eso me ayudó. Pero también te digo que, el no comer y sentirme cada vez un poco más débil y con menos fuerza, me ayudó mucho para interpretarlos. Me vino muy bien para interpretar esa vulnerabilidad.
“Si descubro que quien tengo al lado no es quien dice ser ¡corto por lo sano!”
TL: ¿Llegamos a conocer de verdad a quien nos acompaña o nos rodea?
AG: Yo creo que no. Y tampoco a nosotros mismos. A día de hoy pienso que me gusta haber sido muchas cosas. Mantengo los valores y las creencias, pero hay algo bonito en permitirte no reinventarte que es algo muy grande, sino el ser hoy una cosa y mañana otra, el poder cambiar.
Y creo que, en la pareja, es algo muy bonito el permitir que también pueda cambiar. Hay dos frases que me parecen horribles: “No cambies nunca” y “cómo has cambiado” (risas) ¡Claro que cambiamos! Mis células cambian por completo cada siete años ¡Cómo no voy a cambiar yo! Creo, a mis 45 años, que parte del amor pasa por ahí también, por re-enamorarte de tu pareja y permitirle que cambie, que crezca y que evolucione.
TL: ¿Un secreto puede cambiarlo todo?
AG: Sí, rotundamente. Es verdad que depende del secreto y de las circunstancias de esas dos personas, pero, si me pasara a mí, también cortaría por lo sano (risas)
TL: ¿La mentira más peligrosa es la que nunca sospechas?
AG: También sería sí, pero valoro mucho saber en qué escenario estoy. Por un lado pienso que la verdad no siempre es lo mejor. Pero al mismo tiempo pienso que la verdad nos hace libres y, para que eso suceda, es importante saber en qué escenario estamos. Una mentira mantenida en el tiempo es horrible, porque has estado viviendo en un escenario que no es el que tú creías.
Los planes que has hecho y todo lo realizado ha sido en base a ese escenario. Un día, de repente, se enciende la luz y te das cuenta de que no estás donde creías. El escenario es horrible. Mentir no solo te convierte en mentiroso, sino que conlleva una falta de empatía por la otra persona, una falta de amor y de respeto. Luego está la otra parte de la mentira, cómo reparar el daño.
“Instagram es una herramienta maravillosa para estar en contacto con el público”
TL: ¿Eres de mentiras piadosas para no hacer daño, por ejemplo?
AG: Te reconozco que sí. Tengo dos amigos que me han mejorado como persona porque me han hecho ver que ese tipo de mentira no llevan a nada. No te digo que esté bien hacerlo, pero sí las digo alguna vez.
TL: ¿Qué darías por ver sin ser visto, ser tú el que mira y no al que miran?
AG: Lo hago siempre que puedo ¿eh? Cuando alguien me reconoce y me siento observado, procuro ir a lo mío y no reparar en ello. Y cuando eso no ocurre, miro sin parar porque me encanta observar. Cuando me miran, me lo tomo como el equilibrio de la vida (risas) Tú me conoces, así que ya sabes que normalizo bastante todo esto y lo llevo con mucho agradecimiento. Porque tanto tú como yo tenemos profesiones en las que necesitamos que nos vean o nos lean, así que ¡agradecido siempre!. Aunque es verdad que conservo algunas gotitas de pudor (risas).
TL: Tres palabras que definan el momento que estás viviendo…
AG: Enfocado, efervescencia y compromiso.
TL: Imagino que ahora, después de la promoción, a desaparecer de nuevo… ¿Por qué ese empeño de algunos actores de cultivar el misterio?
AG: (risas) La verdad Amalia es que ese no es el plan (risas) El plan no es desaparecer, es ponerme las pilas con Instagram. Ese es mi plan (risas). Tengo que darle vida, porque lo tengo abandonado y me parece una herramienta maravillosa para seguir en contacto con el público.
TL: Buena decisión. Ponte al día con tu Instagram y no te vayas muy lejos…
AG: Tranquila, tranquila. No desapareceré (risas).