Hotel de Mar Gran Meliá: un icono del modernismo mediterráneo
El hotel del Mar estrena en España el exclusivo Riva Lounge y presenta Rivamare, su embarcación privada para explorar las calas secretas de Mallorca, fusionando lujo náutico y experiencia gastronómica.
TCuando diseñamos, soñamos. Y cuando soñamos, buscamos lugares que nos inspiren a ir más allá de lo visible. El Hotel de Mar Gran Meliá, en Illetas, Mallorca, fue obra del gran José Antonio Coderch, y quizá por ello es uno de esos lugares que despiertan en mí la necesidad de escribir, de trazar líneas invisibles con palabras que expresen lo que la arquitectura, la naturaleza y la emoción han hecho aquí.
Descubrí este hotel como lo hacen los enamorados: con una mezcla de sorpresa y admiración. Es un refugio para adultos, sí, pero también para espíritus sensibles que entienden que el lujo no es ostentación, sino silencio bien elegido, sombra precisa, madera cálida y mar en calma.
Hotel de Mar Gran Meliá, el Edificio Chocolate
Lo llaman el Edificio Chocolate. Y no es un apodo irónico. Su fachada de color marrón profundo se funde con la tierra, con los pinos que acarician el aire mediterráneo. Coderch fue un poeta de los materiales, un arquitecto que comprendió que lo esencial no necesita alarde.
Su obra aquí no es monumental, sino íntima. Un edificio de siete plantas que desciende como un secreto hacia una cala privada, donde la roca y el agua se abrazan sin esfuerzo. Cada habitación, cada pasillo, cada terraza ha sido pensada para que el mar no solo se vea, sino que se respire.
Recuerdo mis años de estudiante como un tiempo de descubrimiento y admiración por maestros que supieron captar la esencia del lugar y transformarla en obra. Y Coderch, con su sensibilidad hacia el paisaje mediterráneo y su magistral uso de los materiales, me enseñó que la arquitectura no es solo construir, sino dialogar con el entorno y respetar la naturaleza. Y este hotel es un ejemplo sublime de modernismo que se funde con el pinar. Todavía hoy, al contemplarlo, revive esa fascinación por el equilibrio perfecto entre función y poesía.
Un refugio de serenidad
He dormido en muchas camas de hotel -demasiadas, quizá-, pero pocas veces he sentido lo que sentí aquí al abrir la puerta de la suite: una terraza suspendida sobre la bahía, el sonido discreto de las olas y una luz que no se puede describir, solo recordar. Las habitaciones, 137 en total, son refugios de serenidad con el Mediterráneo como lienzo de fondo.
Las suites RedLevel, además, ofrecen ese toque de exclusividad que no grita, que no presume, pero que seduce. Un lounge privado, detalles cuidados, atención silenciosa. El verdadero lujo está en lo invisible: en que te entiendan antes de que digas una palabra.
Y luego está la gastronomía. En el Hotel de Mar Gran Meliá se honra a la isla a través del sabor. Marga Coll, estrella Michelin, ha creado un desayuno de cinco etapas que es más una sinfonía que una comida. Productos locales, sabores sinceros, presentaciones que despiertan el deseo. Cada bocado es una conversación entre tradición e innovación.
Navegar dentro y fuera del mar
Y para quienes buscan algo aún más especial, el hotel alberga el primer Riva Lounge de España. Riva… el nombre ya lo dice todo. La elegancia italiana convertida en barco, en símbolo, en estilo. Este lounge, situado sobre la terraza que se abre al mar, está diseñado como una embarcación varada en tierra: madera de caoba, sillas Aquarama, detalles náuticos que hablan de travesías, de puertos lejanos, de días de verano interminables.
No solo es un espacio para comer. Es un lugar para contemplar, para imaginar que uno zarpa sin moverse del sitio.
Pero si se desea zarpar, también se puede. El hotel dispone de una embarcación Rivamare, lista para explorar las calas más secretas de la isla, o para navegar hasta Palma con estilo y detenerse allí para un almuerzo en el Hotel Victoria Gran Meliá. Esa combinación de exclusividad y libertad… eso también es lujo.
El lujo de tener identidad
Mallorca ha sido invadida por el turismo, es cierto. Pero este rincón, este hotel, ha sabido preservar algo sagrado. Es un enclave donde aún se puede respirar autenticidad. Donde la arquitectura respeta al paisaje y donde el lujo ha dejado de ser sinónimo de mármol brillante para convertirse en experiencia.
El Hotel de Mar no necesita que lo rediseñen. Su fuerza está en su origen, en su historia, en su capacidad de renovarse sin traicionarse. Y eso, en estos tiempos, es un acto de valentía.
No todos los hoteles logran dejar huella. Muchos son simplemente un paréntesis. Este “milagro marrón” frente al mar, es una obra maestra de la hospitalidad y una lección de cómo el pasado y el presente pueden abrazarse sin conflicto.