El Hotel Victoria Gran Meliá, la memoria del lujo reinventada
Entramos en este hotel frente al Paseo Marítimo de Palma donde el huésped no solo duerme: explora, siente, se deja transformar.
Cuando me propusieron colaborar para The Luxonomist con el Hotel Victoria Gran Meliá en Palma de Mallorca, supe que estaba ante una oportunidad única. La de ver cómo se fusionan historia y modernidad en un enclave privilegiado frente al mar Mediterráneo.
Cuando alguien diseña, nunca empieza con las paredes. Empieza por la historia, por la vibración de los lugares. Algunos espacios no necesitan ser inventados, solo necesitan ser escuchados. Y eso sentí la primera vez que crucé el umbral del Hotel Victoria Gran Meliá, en Palma de Mallorca. No había que imponer nada. Bastaba con desenterrar lo que estaba dormido: el esplendor, la elegancia y esa esencia inconfundible de la Palma más sofisticada, que solo este lugar sabe evocar.
Historia del hotel Victoria Gran Meliá
Villa Victoria, como se llamaba en sus inicios en los años 20, fue mucho más que un hotel. Fue la extensión urbana del mítico Gran Hotel de Palma, un refugio para la élite, los artistas, los viajeros con alma y los locales con mundo. Su arquitectura era un espejo de la ciudad: refinada, abierta al mar y cargada de silencios que contaban historias.
Décadas más tarde, gracias a una inversión cercana a los 12 millones de euros, su reforma ha corrido a cargo del despacho de arquitectura ASAH, liderado por Álvaro y Adriana Sans por parte de Victoria Hotels & Resorts -con el respaldo de Meliá, Bankinter Investment y GMA-, el Victoria resurge. Y no como un ejercicio de nostalgia, sino como una declaración de intenciones: el lujo moderno puede mirar hacia atrás sin perder el paso hacia adelante.
Antes de entrar en las habitaciones, antes incluso de mirar el mobiliario, sentí curiosidad por el espíritu de la renovación cuando sirve para recuperar emociones. El hotel te hace revivir escenas del hotel de los años 50 y 70 como una máquina del tiempo emocional. Esto no es solo publicidad. Es el pasado abrazado por el presente.
Habitaciones con alma y vistas con historia
El Victoria actual cuenta con 171 habitaciones, muchas de ellas con vistas privilegiadas al Paseo Marítimo y a la Catedral de Palma, esa joya gótica que parece flotar sobre el puerto. En ellas hay diseño contemporáneo, sí, pero también textura emocional: materiales nobles, luz suave, mobiliario que invita al descanso sin olvidar la belleza.
La experiencia RedLevel, además, convierte la estancia en algo todavía más personalizado, con acceso a zonas exclusivas, amenities superiores y un servicio que, como me gusta decir, piensa antes que tú.
El nuevo Paseo Marítimo: el marco perfecto
El renacimiento del hotel ha coincidido con las obras del nuevo Paseo Marítimo de Palma, que en breve se inaugurará. Un proyecto urbano que no solo embellece el entorno, sino que reactiva la relación entre la ciudad y su mar. El hotel, en este contexto, no es una cápsula aislada: es parte del latido urbano. Un mirador privilegiado desde donde contemplar el renacer de una ciudad que ha decidido ser más humana, más verde y más abierta.
Una de las joyas del nuevo Hotel Victoria Gran Meliá es el Victoria Grand Café, inspirado en los cafés europeos clásicos pero reinterpretado para el siglo XXI. Aquí se puede desayunar lentamente, como si el tiempo no importara, tomar un almuerzo ligero o cenar con la sensación de estar viviendo algo especial.
La terraza renovada, con su atmósfera relajada, invita tanto al visitante como al local a reencontrarse con el placer de socializar sin prisa, sin ruido, pero con estilo. No es solo un café: es un homenaje al arte de disfrutar.
Cultura, arte y una Palma viva
El Victoria Gran Meliá no se contenta con ser un hotel, quiere ser relevante. Por eso se ha vinculado activamente con la escena cultural local, colaborando con eventos como el Festival Paco de Lucía y generando alianzas con galerías, comercios y artesanos de Palma. El huésped no solo duerme: explora, siente, se deja transformar.
Hay rutas que conectan el hotel con lo mejor de la ciudad: galerías de arte contemporáneo, tiendas con historia, experiencias gastronómicas. El hotel se convierte así en plataforma cultural, en lugar de encuentro entre viajeros y locales.
Y como no podía faltar en una ciudad donde la vida se saborea también después del atardecer, el DRY Martini Bar es otro de los espacios icónicos. Un lugar donde los cócteles no se sirven: se interpretan. Cada copa tiene un guion, una atmósfera, una intención. Es el escenario perfecto para conversaciones largas o, simplemente, para dejarse llevar por la música.
El lujo con propósito del Hotel Victoria Gran Meliá
Lo que más me conmueve de este renacer es que no se trata de lujo por ostentación, sino por significado. Cada elección —del mármol al uniforme del personal, del aroma del lobby al hilo musical— está pensada para emocionar con elegancia. Eso es el verdadero lujo: la capacidad de crear un mundo donde cada detalle habla, pero ninguno grita.
Además, hay una conciencia detrás de todo: sostenibilidad, conexión local, inversión con propósito. Palma gana con este hotel no solo un ícono renovado, sino un motor de valor cultural, económico y emocional.
Si algo me ha enseñado el diseño, es que no basta con embellecer. Hay que escuchar, comprender y amplificar lo que ya está. El Hotel Victoria Gran Meliá no necesitaba ser reinventado: necesitaba ser rescatado con respeto y proyección. Hoy, con su luz restaurada, su alma intacta y sus puertas abiertas, este hotel vuelve a ser lo que siempre fue: un símbolo del arte de vivir en Palma.
Y yo, como amante del diseño que soy y como huésped del mundo, celebro este regreso con una copa de champagne frente al mar, viendo cómo el sol de Mallorca se cuela entre las cortinas de una habitación que ya no es solo un lugar donde dormir, sino un lugar donde recordar quiénes somos cuando viajamos con el corazón abierto.