Foto: Saltamontes
Hay marcas que nacen de una idea estética y otras que nacen de un propósito. Saltamontes pertenece a esa segunda categoría: una firma española de diseño que consigue unir arte, inclusión y sostenibilidad en un proyecto tan bello como consciente.
Su propuesta es sencilla en apariencia -pañuelos de seda y lana-, pero detrás de cada pieza hay una historia que habla de talento, diversidad y respeto por la artesanía.
Fundada por Daniela en 2015, la marca surge tras un viaje interior y una inspiración muy concreta: la exposición Art Brut Live en el Museo DOX de Praga. Allí nació su fascinación por el art brut, un movimiento artístico que celebra la autenticidad y la creación libre, sin normas ni filtros académicos.
Años después, al conocer la labor de la asociación madrileña Debajo del Sombrero, que apoya a artistas neurodivergentes, Daniela encontró la forma de materializar su visión: convertir esas obras en piezas textiles únicas. Así nació Saltamontes, un puente entre el arte y el diseño contemporáneo con alma social.
Los pañuelos de Saltamontes son más que un accesorio. Cada uno parte de una obra original creada por artistas de Debajo del Sombrero, seleccionada cuidadosamente por su composición, color y textura.
Luego, esas creaciones cobran nueva vida sobre la seda o la lana, impresas en series limitadas y acompañadas de su certificado de autenticidad. Los de seda, de 125 x 125 cm, se producen en ediciones de solo 20 unidades; los de lana, algo más grandes, en tiradas de 30.
El resultado son piezas que no solo destacan por su calidad, sino también por su significado. Quien lleva un pañuelo de Saltamontes no solo viste arte, sino que también apoya un proyecto con propósito social, ya que el 10% de cada venta se destina directamente a la Asociación Debajo del Sombrero. Una forma tangible de contribuir al desarrollo de programas artísticos y educativos que fomentan la creatividad sin etiquetas.
Una de las señas de identidad de Saltamontes es su conexión con la tradición artesanal japonesa, especialmente con el Furoshiki, esa práctica ancestral que transforma un simple cuadrado de tela en múltiples objetos: envoltorios, bolsos o incluso elementos decorativos. En Saltamontes, el Furoshiki simboliza la unión entre arte, funcionalidad y sostenibilidad.
Esa idea de transformar algo cotidiano en algo poético encaja a la perfección con el espíritu de la marca. En sus pañuelos de seda, la técnica permite reinventar el uso del accesorio, dándole nuevas formas y significados.
En un mundo saturado de consumo rápido, Saltamontes defiende la producción lenta, cuidada y responsable. Todos sus pañuelos se elaboran con fibras naturales y materiales ecológicos, desde la tela hasta el embalaje.
Incluso su papel está hecho con residuos de caña de azúcar, evitando el uso de árboles o blanqueadores químicos. Son detalles que demuestran que la sostenibilidad no es un reclamo, sino una filosofía integral.
Esa coherencia se percibe en cada aspecto de la marca: desde la elección de talleres locales hasta la presentación final del producto. Todo responde a una búsqueda de calidad y respeto por los procesos. Porque, como explica la propia Daniela, la belleza también está en el tiempo que se dedica a hacer las cosas bien.
En un mercado donde muchas marcas se centran en producir más, Saltamontes apuesta por lo contrario: hacer menos, pero hacerlo mejor. A mí, personalmente, me gusta esa sencillez. No necesitan una colección interminable ni productos sin alma; prefieren ofrecer piezas únicas, originales y de una calidad impecable. Esa moderación —tan poco habitual hoy en día— es parte de su encanto.
Saltamontes no solo crea moda, sino que propone una nueva manera de entender el arte: como algo vivo, cotidiano, que se puede llevar y compartir. Cada pañuelo es una pequeña historia, una ventana a un universo personal que habla de emoción, libertad y autenticidad. Y al mismo tiempo, es una forma de dar visibilidad a artistas que merecen ser escuchados y admirados.
En definitiva, Saltamontes es una marca que recuerda que la belleza no está solo en lo que se ve, sino también en lo que representa.
Porque cuando el arte, la ética y el diseño se dan la mano, el resultado no puede ser otro que algo verdaderamente inspirador.
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