Los licores son bebidas obtenidas por maceración en alcoholes, destilados y/o aguardientes. Normalmente suelen ser endulzados con azúcar, mostos, miel o cualquier otro tipo de sacarosa. Aunque también existen los licores secos. Para la maceración se suelen utilizar hierbas, frutas, frutos, raíces, plantas, maderas y, por supuesto, flores.
Las flores con enorme y amplia gama de aromas y matices son una de las cosas más utilizadas para hacer licores. Pero si hablamos de licores de calidad, las flores también deben ser de calidad, lo que convierte estos licores en exclusivos. Estos son algunos de los que más nos han gustado para este verano.
Es un acrónimo que significa Not Just Another Elderexperience. Se elabora en la región de cognac en Francia y está hecho a base de flores de sauco cosechadas y seleccionadas a mano al final de la primavera justo en su momento óptimo. La fragancia sutil y elegante de estas flores de sauco y una equilibrada acidez convierten este licor en uno de los más deliciosos y mágicos que podemos encontrar en el mercado de licores.
Sin duda, es un elemento indispensable para cualquier bartender que se precie y que quiera sorprender con su coctelería, pero, recomendamos encarecidamente tomarlo solo con hielo para disfrutar de todo su esplendor.
Es un delicado y exclusivo licor de rosa de Kazanlak en Bulgaria. En esta ciudad se recogen a mano los pétalos de rosa y es todo un orgullo y un referente del país. Recoge el nombre de la tierra mítica de Dionisio y Orfeo y de su necrópolis del siglo IV a.C. declarado patrimonio de la Unesco. Su color es hipnótico y su aroma es inconmensurable. Suave y delicado se puede acompañar con soda dulce o tomarlo como aperitivo con hielo picado en copa de cóctel. El glamour en forma líquida.
Ahora que parece que se han puesto de moda otra vez las ratafías, desde Bellmunt del Priorat nos llega Mina una ratafía de flores de magnolia. Esta receta ancestral no viene solo de la mano de Alex y Pau de Priorat Lab, sino que recogieron los testimonios de María, Carmen y Teresa, tres entrañables abuelitas de ese pueblo que solo tiene doscientos y pico habitantes y, dejaron aparte las típicas nueces de la ratafía para sustituirlas por las aromáticas flores del magnolio, sauco y naranjo. Su paso por las barricas de roble acaba de redondear uno de los licores más sobresalientes de España. Una experiencia única.
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