Así viven los niños su Primera Comunión
Cómo sacar lo mejor de la celebración huyendo de las expectativas sociales y materiales.
Mayo es uno de los meses más bonitos del año, y no sólo por las flores o por ese tiempo soleado que nos pone de buen humor. Es también el mes de las comuniones, un día mágico para los niños, y especialmente significativo para sus padres. Son muchas las familias que se encuentran en estos días a punto de celebrar la primera comunión de sus hijos. En estas casas no se habla de otra cosa, pero es que la ocasión lo merece. Comprender cómo viven los niños esta experiencia ayudará a sacar lo mejor de ella.
Si también vosotros estáis de celebración este año, toma nota de cómo acompañar a tus hijos en este día tan especial, entendiendo la primera comunión desde el punto de vista emocional y del significado que le dan ellos.
Más allá del vestido blanco
La primera comunión es uno de los días más importantes en la vida de un niño, no sólo por el propósito religioso que conlleva, sino también por el impacto emocional que representa. Se trata, en realidad, de un momento de transición: una especie de rito de paso que marca el crecimiento y la integración del niño en la comunidad religiosa y familiar. Este hecho, unido a lo social del acontecimiento, convierte esta fecha en una jornada que todos recordaremos para siempre.
En los últimos años, algunas celebraciones de la primera comunión han adquirido un carácter casi de “mini boda” con fiestas elaboradas, trajes caros y una atención excesiva a los detalles materiales. A veces, incluso los padres pueden sentirse presionados por el entorno —el colegio, otros familiares, las redes sociales— y acabar organizando algo más grande de lo que en realidad querían.
La Primera Comunión es un acto con gran espiritualidad
Esta presión se transmite, aunque sea de forma indirecta, a los niños, que pueden sentirse confundidos sobre lo que realmente se celebra. Sin embargo, toda esta parafernalia se desvía del verdadero significado del acontecimiento, ya que no debemos olvidar que la primera comunión se trata de un evento de carácter religioso.
Desde el punto de vista católico, la primera comunión es cuando el niño recibe por primera vez la eucaristía, es decir, recibe simbólicamente el cuerpo y la sangre de Cristo. Y lo hará en un acto que supone su plena integración en la comunidad cristiana. Se trata, pues, de un hecho con gran espiritualidad, aunque a veces, en nuestros días, se vea eclipsado por aspectos más superficiales entorno a la celebración, los regalos y el “postureo”.
En España, la ceremonia de la primera comunión cuenta también con una fuerte carga cultural y social. Por eso casi todos los niños quieren hacer la comunión, incluso cuando sus padres literalmente “no comulguen” demasiado con la iglesia.
La preparación: entre catequesis y emociones
Durante los meses previos, los niños asisten a catequesis, donde aprenden sobre la fe cristiana y sobre cómo vivir según los valores de la iglesia católica. Este proceso no sólo consiste en recibir clases de religión, sino que también les ayuda a desarrollar valores como la humildad, la gratitud y el sentido de comunidad.
Al margen de lo didáctico, debemos señalar la importancia psicológica que tiene para el niño. Desde el punto de vista emocional, toda esta etapa, que dura meses, puede generar una cierta ambivalencia en la que se mezclen entusiasmo y ansiedad a partes iguales.
El día de la Comunión: entre la alegría y la presión social
Durante la jornada de la celebración, el niño se va a convertir en el centro de todas las miradas, lo que puede hacerle sentirse muy especial e integrado en su entorno social. Sin embargo, también puede generarle cierta presión si no se maneja adecuadamente. Por un lado, estará la alegría de compartir el momento con sus compañeros y familiares.
Por otro, podrá surgirle cierto nerviosismo esperando que todo salga bien y que el día sea tan mágico como se esperaba. Todas estas emociones deberán ser validadas por los padres, dándole la confianza al niño para expresarlas.
El aspecto social de los amigos y compañeros
Compartir la primera comunión con amiguitos de la clase suele servir para fortalecer los lazos de amistad y crear recuerdos compartidos. Sin embargo, también puede dar lugar a comparaciones, especialmente si las celebraciones varían en presupuesto y estilo.
Será labor de los padres fomentar un ambiente de respeto y apoyo, donde no haya competitividad ni lugar para envidias, destacando que cada experiencia es única y perfectamente válida.
Cómo acompañar a los hijos en su gran día: consejos para acompañar con empatía
- Conviene hablar con los niños sobre lo que van a hacer y lo que ello significa, para que lo comprendan, ya que son conceptos abstractos, espirituales y simbólicos.
- Dirigir el diálogo también hacia sus sentimientos, emociones y expectativas respecto a la Primera Comunión.
- Participar activamente tanto en la preparación como en la celebración, mostrando apoyo y entusiasmo.
- Evitar comparaciones respecto a la comunión de otros niños, recordándoles que cada experiencia es única y que lo importante no es lo material.
- Fomentar la idea de que lo esencial de la celebración es el encuentro familiar y comunitario, no el ostentar.
Recuerda que, al final, lo que los niños recuerdan no es tanto el lugar del banquete o el número de regalos, sino cómo se sintieron: si estaban nerviosos, si se sintieron acompañados, si sus padres estaban tranquilos. Y eso, como padres, sí está en tus manos lograrlo.