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Imagina una ruta en coche por Escocia donde cada parada es una puerta a un universo de aromas a malta, turba y madera. Un viaje para entender, de primera mano, el alma de una de las bebidas más complejas y carismáticas del planeta.
Para un viajero español, acostumbrado a la liturgia del vino, la idea resulta familiar: de la misma forma que recorremos La Rioja o el Penedès para catar un vino en su bodega de origen, Escocia nos invita a descubrir el terroir de su oro líquido.
Olvídate de la imagen de destilerías polvorientas y reservadas solo para expertos. El universo del whisky escocés vive una ebullición sin precedentes, transformando sus templos en auténticos centros de experiencias.
Hoy, visitar una destilería significa encontrarse con arquitectura espectacular, propuestas gastronómicas de estrella Michelin y catas inmersivas diseñadas para fascinar tanto al conocedor como al que se asoma por primera vez a este mundo.
Por todo esto, ahora es el momento perfecto para organizar esa escapada. Y como en todo buen viaje, la planificación es clave. El primer paso es tener claros los requisitos de entrada al Reino Unido. Una vez resuelto este trámite, se despliega ante nosotros un mapa lleno de posibilidades.
Lejos de ser un club cerrado para entendidos, el turismo del whisky vive un fervor de curiosidad.
Según los últimos datos de la Scottish Whisky Association, sus centros de visitantes recibieron más de dos millones de visitas, una cifra que evidencia el creciente interés por conocer el corazón de esta industria.
Con 151 destilerías activas (la mayor concentración del mundo) repartidas por las cinco regiones productoras (Highland, Lowland, Speyside, Islay y Campbeltown), el mapa no deja de crecer.
Proyectos como Laggan Bay en la oscura y turbosa isla de Islay, o la primera destilería en las islas Shetland, demuestran que el futuro es prometedor.
Este espíritu, profundamente arraigado en el ADN escocés, es “historia, romance, conexión, paisaje y celebración”, como lo describe Kirsten Ainslie, mezcladora adjunta en Benriach.
Nació de una historia de rebeldía, de más de 150 años de contrabando para esquivar los primeros impuestos del siglo XVII, un desafío que, según los propios destiladores, forjó el carácter nacional.
Hoy, esa rebeldía se ha transformado en una innovación constante que atrae a un público cada vez más diverso, deseoso de descubrir que el whisky, como afirma Robbie Hughes de Glengoyne, “no es solo una bebida, es una historia”.
Trazar una ruta es un delicioso dilema. Cada destilería tiene su propia personalidad, su propio relato.
Para empezar a desentrañar este universo, Condé Nast Traveler ha seleccionado seis paradas que representan a la perfección esa dualidad entre la tradición más pura y la modernidad más audaz.
En el corazón de Speyside, la región con más destilerías del país, The Macallan Estate emerge del paisaje como si fuera una criatura mítica semienterrada. Su espectacular cubierta ondulada de madera y flores silvestres es una declaración de intenciones.
Dentro, la experiencia es igual de impactante, con visitas inmersivas y una propuesta gastronómica del más alto nivel: el restaurante TimeSpirit, una colaboración con El Celler de Can Roca, que ostenta 3 estrellas Michelin. Una visita obligada para los amantes de la arquitectura y la alta cocina.
Fundada en 1763, presume de ser la destilería en activo más antigua de Escocia. Pero su atractivo no reside solo en su historia.
En su interior se encuentra The Glenturret Lalique, un restaurante con dos estrellas Michelin donde el chef Mark Donald eleva los ingredientes locales a la categoría de arte.
Un lugar donde la tradición del whisky y la vanguardia culinaria dialogan en perfecta armonía.
Famosa por sus alambiques de cuello de cisne, los más altos de Escocia, que producen un destilado excepcionalmente suave y floral.
Glenmorangie ha sabido evolucionar sin perder un ápice de su elegancia. Además de sus fascinantes tours, ofrece la posibilidad de alojarse en la Glenmorangie House, una casa de campo exquisitamente decorada donde cada habitación se inspira en los sabores de su whisky.
En el vibrante barrio de Leith, en Edimburgo, se levanta la primera destilería vertical del país. Esta torre negra de nueve plantas es un soplo de aire fresco en una ciudad anclada en la historia.
La visita culmina en su bar de la última planta, que ofrece cócteles de autor y unas vistas panorámicas inolvidables del skyline de la capital.
En el siglo XIX, Campbeltown era la capital mundial del whisky con más de treinta destilerías. Hoy solo quedan tres, y Glen Scotia es un maravilloso vestigio de esa época dorada.
Visitar sus almacenes de la era victoriana es como hacer un viaje en el tiempo. Por su ubicación remota, lejos de las rutas más transitadas, visitarla produce la sensación de haber sido admitido en un club exclusivo.
En ningún lugar la influencia del mar y la tierra es tan palpable como en la isla de Islay. El carácter de sus whiskies, intensamente ahumados por la turba, es inconfundible. Ardbeg, situada en la costa sur, es uno de sus máximos exponentes.
Como dice su director, Colin Gordon, la gente prueba un Ardbeg en Shanghái y se pregunta dónde se hace: “En una roca en medio del Atlántico. Y eso es cautivador”. Una visita que golpea los sentidos y no deja indiferente.
Para quienes quieran una inmersión total, el Malt Whisky Trail en Speyside es el itinerario perfecto.
Se trata de una ruta señalizada que conecta varias destilerías en activo, una destilería histórica y la única tonelería del Reino Unido abierta al público, donde se fabrican y reparan a mano casi 150.000 barricas de roble al año.
Se puede recorrer en coche, disfrutando de los paisajes a tu propio ritmo, o a bordo del “dram tram”, un tren histórico que cubre el trayecto entre Keith y Dufftown y que convierte el viaje en una experiencia inolvidable.
Ya sea en tren, ferry o por carretera, un viaje por la Escocia del whisky es una forma distinta de conectar con sus paisajes, sus comunidades y, en última instancia, con una parte más profunda de uno mismo. Una experiencia que, con o sin copa en la mano, envalentona al viajero.
Para que nada enturbie la experiencia, solo queda un último apunte práctico: recuerda que desde hace un tiempo, los ciudadanos españoles necesitamos tramitar la ETA para UK (Autorización Electrónica de Viaje) antes de poner rumbo al país.
Es un trámite sencillo que se realiza online, pero conviene gestionarlo con antelación para disfrutar de esta maravillosa ruta sin contratiempos.
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