(Foto: Freepik)
Acaba de arrancar oficialmente el verano y, a pesar de las altas temperaturas y de ese par de olas de calor aparecidas de forma prematura, eso no ha evitado la celebración de una noche de San Juan por todo lo alto. Los ánimos parecen elevados, quizás porque se supone que ya hemos quemado todos nuestros problemas en las hogueras para dar paso a todo lo nuevo (y bueno) que está por venir. Sin embargo, a veces el verano, curiosamente, produce el efecto contrario en algunas personas: que las pone tristes. Descubre por qué y lo que puedes hacer para sobrellevarlo.
Para Claudia, madre de dos hijos en edad escolar y con jornada completa en una agencia de comunicación, junio es cualquier cosa menos relajado. Las actividades de fin de curso, los cierres de proyecto y la logística familiar la tienen ocupada todo el día. Lo último que siente es esa alegría veraniega que parece que se respira en el aire. Y no es un caso aislado: el contraste entre la imagen idílica del verano y unos ánimos inesperadamente bajos no es tan inusual como parece.
El síndrome del verano triste está, de hecho, contemplado dentro de la psicología. Resulta que el Trastorno afectivo estacional (TAE) no es exclusivo del otoño o el invierno, sino que también puede darse en temporada estival. Esta variante se caracteriza por síntomas como insomnio, irritabilidad, ansiedad y falta de apetito.
A diferencia de su versión invernal, en la que predominan el letargo y el aumento del sueño, el TAE de verano cursa con agitación, nerviosismo y dificultad para descansar provocados, en gran medida, por el exceso de luz, el calor y los cambios en las rutinas.
Según MedlinePlus, la plataforma online de salud pública respaldada por los institutos nacionales de salud de EE. UU., este fenómeno tiene una base biológica clara: las alteraciones del ritmo circadiano y la disrupción en la producción de melatonina y serotonina, influidas por la temperatura y la luz solar, pueden modificar el estado de ánimo.
Y, sobre todo, afectar a la calidad del sueño. Para evitar los efectos del insomnio provocado por las noches calurosas, es importante recurrir a los trucos de toda la vida, como ventilar la casa a primera hora del día, mantener las persianas bajadas y utilizar tejidos frescos como el algodón. Además, es conveniente cenar ligero y evitar el alcohol, ya que empeora la calidad del sueño.
Otra de las razones por las que podemos tener estrés en junio es porque es el mes que marca el final del curso escolar y el comienzo de unas vacaciones infantiles que se extenderán durante casi tres meses. Esta situación supone un reto añadido para los padres que continúan trabajando y deben organizar el día a día de sus hijos. La búsqueda de actividades, de campamentos o el tener que pedir el favor a los abuelos incrementa notablemente su ansiedad y dificulta aún más la conciliación.
Claudia, por ejemplo, se encuentra ahora mismo terminando dos campañas importantes antes del 15 de julio. Pero al mismo tiempo, debe asegurarse de que sus hijos tengan planes para todo el verano. Como consecuencia, nota que la carga mental y física empiezan a pasarle factura.
En estas circunstancias, uno de los consejos más útiles para la gente como ella es incorporar alguna técnica de relajación diaria, aunque sea mínima: cinco minutos de respiración profunda, una caminata al aire libre o, simplemente, desconectar del móvil un buen rato, ayudarán a cortar la cadena de estrés y resetear el sistema nervioso.
Por otro lado, en muchas empresas los meses de junio y julio son especialmente intensos, ya que se concentran entregas, cierres y preparativos antes del parón estival. Esto lleva a muchas personas a redoblar esfuerzos para dejar todo resuelto antes de marcharse de vacaciones. Este “no parar”, lamentablemente, puede convertirse en una fuente de estrés constante. Alcanzar el control, pues, será otra de las claves fundamentales para sobrevivir al pre-verano sin agobios y sin estar triste.
¿Cómo conseguirlo? Por ejemplo, dividir las tareas en bloques asumibles, delegar cuando sea posible y reservar pequeños espacios de descanso podrán marcar una gran diferencia. Pero sobre todo, hay que saber que no se trata de hacerlo todo perfecto, sino de gestionar la energía para que no se agote antes de tiempo.
El calor propio del mes de junio también puede afectar directamente al estado de ánimo. Se ha demostrado que las temperaturas extremas influyen negativamente en la regulación emocional, favoreciendo irritabilidad y cansancio. El mejor consejo para contrarrestar este inconveniente es no forzarse a rendir como si no pasara nada. El cuerpo necesita adaptarse, y eso implica reconocer las señales de fatiga, tomar descansos y, sobre todo, mantenerse hidratado.
Por último, no podemos olvidar la presión que conlleva el supuesto “deber” de aprovechar el verano. Esa especie de obligación emocional (deberías estar feliz, descansando, disfrutando, y contándolo en Instagram) puede producir el efecto contrario en quienes, simplemente, no se sienten así. Lejos de ser un alivio, el inicio del verano puede vivirse como una fase triste de autoexigencia emocional, a menudo silenciosa, y difícil de combatir. Lo bueno es que hay una solución para casi todo. Y en este caso sólo está en tus manos: no te sientas obligado a hacer ni a sentir lo que otros dicten por ti.
Babe Ruth fue, para muchos, el mejor jugador de béisbol de todos los tiempos. Su… Leer más
Se acercan las vacaciones y muchos tiramos de las redes o Internet para buscar un… Leer más
Jonathan Anderson ya va dando pistas sobre cómo será su desembarco en Dior. El diseñador ha… Leer más
Si Inés de Ramón fue la gran protagonista de la alfombra roja de F1 en… Leer más
En un mundo donde el bienestar ha dejado de ser un lujo para convertirse en… Leer más
En el mundo de la relojería, tan importante es la vanguardia como la experiencia. Algo… Leer más