La época en la que los anunciantes usaban los spots para enseñar su producto, el espectador lo veía, y si estaba interesado lo compraba, ha quedado casi en el olvido. Las empresas buscan nuevas formas para conseguir que aquello que quieren hacer llegar al consumidor luzca de una manera tan impecable que sea casi hipnótica. Los perfumes hace tiempo que caminan por ese sendero de sensaciones y estilos de vida, puesto que todavía no es fácil hacer llegar los olores hasta nuestras pantallas. El continente es casi más importante que el contenido. El cómo se enseña algo puede primar sobre lo que se pretende enseñar y bien lo demuestran las mini-películas o anuncios de Apple, lo último de la firma de la manzana.
Desde que en 2010 se presentara el primer iPad, quien más o quien menos tiene o ha trasteado con uno. Apple lo sabe y en lugar de mostrar las nuevas características técnicas o la potencia de sus nuevos procesadores, centra la atención en lo que se puede hacer con esos dispositivos. El resultado es un pequeño cortometraje rebosante de emoción. Un breve relato capaz de presentar una pequeña historia de Navidad, unos personajes, una reunión, alguien que ya no está… Todo en unos escasos tres minutos donde el producto está en el medio de la acción, pero donde los seres humanos hacen que ese producto valga la pena. Es la capacidad de ir más allá, de mostrar sin apenas enseñar.
El segundo ejemplo va un paso más allá. Apple quiere que compremos la nueva versión del buque insignia de la compañía. El nuevo iPhone 11Pro. Un prodigio tecnológico a la altura de muy pocos. Una categoría de teléfono de alta gama a la que ya nos hemos acostumbrado, pero que si nos paramos un segundo a pensar todo lo que hacemos con ellos a lo largo del día no dejaría de sorprendernos. La gran mejora de este año es la versatilidad y potencia de sus nuevas cámaras. Tres pequeñas lentes capaces de grabar con una resolución y calidad asombrosas. No olvidemos que no deja de ser un teléfono. El anuncio se llama Snowbrawl.
¿Cómo se vende un teléfono? Apple tiene la respuesta: sin enseñarlo. El spot comienza con una advertencia, grabado con un iPhone 11 Pro. Ya está, no hay más. Nunca veremos el teléfono, solo nos mostrarán lo que es capaz de hacer. Una épica pelea de bolas de nieve con unos niños como protagonistas. Evidentemente el móvil tiene una gran calidad, pero todo es mejor en profesionales de la imagen. Los de Cupertino han sabido elegir bien y han puesto su teléfono en las manos de Robert Elswit, un reputadísimo director de fotografía y todo el spot lo dirige David Leitch, conocido por Deadpool, Atómica o John Wick.
El resultado es una maravilla audiovisual comprimida en un buen montón de planos y un montaje acorde a lo grabado. La empresa de la manzana mordida es capaz de hacer productos únicos, pero no deja ningún detalle al azar. Desde el diseño, los anuncios o la caja en la que vienen sus productos todo está pensado para conectar y hacer sentir único al comprador.
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