Foto: Dani González
Me gusta conducir. Soy de esas personas que adoran coger el coche un domingo por la tarde y hacer kilómetros sin rumbo mientras escuchan sus canciones favoritas. Un romántico, sí soy. Este trabajo de probar coches hace que a estas alturas haya conducido casi de todo: coches deportivos, eléctricos, SUVs, todoterrenos, por carretera, campo, montaña y un largo etcétera.
El coche que protagoniza esta pieza es especial. Es un coche eléctrico, aunque este no sea su principal atributo. Sí lo es su carácter de berlina gran coupé: práctico y útil para el día a día, cómodo para recorrer largas distancias y muy deportivo para cuando uno quiere divertirse. En esencia, da igual que su motor funcione a pilas o gasolina. De hecho es el eléctrico menos eléctrico que he probado hasta la fecha. Y eso es bueno.
BMW fue un pionero en los coches eléctricos. En 2013, mucho antes de que la industria del motor pivotase a este tema, la marca alemana ya producía el BMW i3, un utilitario futurista hecho a partir de materiales ligeros. El golpe sobre la mesa que construyó unos pilares sólidos mirando al futuro se escuchó desde bien lejos.
Este BMW i4 que conducimos hoy es más conservador, pero se basa en todas las lecciones aprendidas en la última década para llevar la experiencia BMW al mundo de las baterías, los kilowatios y las baterías. En su lanzamiento, fue el primer eléctrico de “la nueva BMW” que respeta la iconicidad y el comportamiento deportivo de una de sus berlinas premium más populares, el Serie 4 Gran Coupé.
Eso es exactamente lo que lo hace único. Es un eléctrico, sí. Pero con cualquier otro motor, sería exactamente igual de placentero y divertido de conducir. Con perdón de la industria, pero esto sí es un COCHE con mayúsculas. ¿Qué es lo que lo hace realmente diferente? Estas son mis conclusiones.
En mi opinión, BMW hace los mejores interiores premium de la industria. Elegantes y sofisticados, repletos de detalles y con altísimas calidades en los materiales y los ajustes. Mientras el minimalismo austero hace acto de presencia en otras marcas, los alemanes apuestan por un aire más consecuente en el que nada se echa en falta. Una mezcla de estilo clásico con tecnología moderna. Mi padre, que odia las pantallas, dice que “al menos esto no parece una casa robada”.
La espectacular pantalla central curva, grande, fluida, brillante y colorida, es un acierto. El cuadro de instrumentos se integra bajo el mismo cristal y se ajusta a los mismos adjetivos. La iluminación ambiental es un punto añadido que le sienta muy bien a este rediseño del Serie 4. Los botones, iluminados, están en su sitio y se sienten familiares. No hay sorpresas.
Mención especial merece el controlador iDrive. Es una de mis cosas favoritas de cualquier BMW y algo que la competencia debería haber copiado hace años. Este botón giratorio permite controlar las pantallas de forma más natural e intuitiva, sin recurrir a los dedos y el sistema táctil. Además, se integra fenomenal con CarPlay y Android Auto.
El BMW i4 no deja indiferente. De hecho, es de esos coches con el que uno se siente observado. Una berlina con presencia, carácter y elegancia. Aunque la nueva versión viene más equipada de serie, este que hemos conducido monta el tremendísimo paquete deportivo BMW M que le da un punto aún más estiloso y personalizado, acentuando la naturaleza de la marca.
A mí me gusta. Es polémica, pero me gusta. La gran parrilla que ocupa todo el espacio vertical del frontal es una oda a los riñones clásicos de BMW, cortados por la matrícula. Estéticamente arriesgado, dinámicamente muy acertado, pues mejora la eficiencia y la refrigeración. La firma lumínica, el difusor de la zaga trasera y el aplomo de este i4 hace que su carácter deportivo y agresivo se intensifique.
Mientras el resto quieren ser identificados como eléctricos desde la distancia, BMW hace lo contrario con el i4. Es y, más importante, parece, un coche premium con muchas aspiraciones pero sin rarezas.
La puesta a punto del chasis, la propulsión trasera, la dirección y los frenos de este i4 eDrive40 es una clara declaración de intenciones. Por muy eléctrico que sea, su alma es idéntica a la de cualquier otro Serie 4. Los 340CV que conducimos tienen un comportamiento dinámico excepcional en casi cualquier escenario y muy posiblemente inigualable en su segmento.
Para largos viajes en carretera la sensación es ir subido en un tren bala que levita sobre los raíles. Más que cómodo para trayectos de muchas horas. Si nos atrevemos a jugar en puertos de montaña o carreteras con curvas cerradas, la experiencia es casi perfecta. Su agilidad y precisión sumados al aplomo al suelo lo hacen ser una delicia. Sobresaliente. Qué divertido. Así sí me gusta conducir.
Me permitiréis hacer una mención especial al volante deportivo M que equipa este BMW i4. La firma hace unos volantes increíbles y este no es una excepción. El diseño en tres radios, gordito y suave, y acabado con las costuras con pespuntes es estupendo. De hecho, lleva una marca central que ayuda mucho cuando nos da por pisar el acelerador.
La gran tarea pendiente de los eléctricos sigue siendo la autonomía y este caso no es una excepción. BMW homologa al menos 468km con una carga. En mi experiencia, han sido unos 400km mezclando conducción eficiente y deportiva. Es un muy buen dato para los recorridos diarios o para salir de ruteo, pero quizá pueda quedarse corto para viajes más largos.
Tener un eléctrico necesita de una pequeña planificación adicional. Con un cargador en casa se resuelven el 99% de los casos de uso. A diferencia de Tesla, BMW no cuenta con una red de carga propia, por lo que aplicaciones como Electromaps o IONITY son fundamentales para recargar el coche si salimos de viaje. Sin embargo, cada vez es más fácil encontrar cargadores en cualquier lugar. La carga rápida es compatible y se puede programar y controlar desde la app de BMW en el móvil, fundamental.
En definitiva, el BMW i4 respeta el ADN de la marca bávara ofreciendo una propuesta más premium, con carácter y muy bien ajustado a nivel de diseño y dinámica. Aunque ligeramente más caro que la competencia, es un coche eléctrico que no presume de serlo y nos devuelve a la realidad de lo bonito del automovilismo: el placer de conducir.
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