Uno entra en la tienda de Newbury Street y la sensación no es de estar en una jungla ni en un jardín zen, sino en un inbetween chic. Plantas de hojas grandes y lustrosas junto a helechos de apariencia delicada. Mini suculentas sobre piedrecillas y tillandsias que parecen arañas descolgándose. Enormes vasijas con rosas, hortensias y hellebores frente a vasos con ramos para poner en el baño.
La primera tienda de Winston Flowers es un sótano de una brickstone house, como se las conoce a las casas de ladrillos de gente acomodada del siglo XIX. Apenas un rectángulo y, sin embargo, el juego con las luces, las mesas y repisas a distintas alturas y la milimétrica disposición de los productos, te hace sentir en una boutique.
Incluso hay especial preocupación por los floreros y vasijas que ofrecen. Algunos son envueltos en ratán, troncos y madera. Los ramos siempre en vidrio, cerámica o barro. Y también hay algunos que simulan ser cemento o metal con relieves y formas contemporáneas.
Robert Winston lo tuvo claro desde el principio, su empresa tenía que estar siempre a la vanguardia, dar productos de excepcional calidad y un trato afable al cliente. En 1944, junto a su hijo Maynard, vendía sus flores en un carrito frente al entonces Hotel Ritz. Un dependiente holandés le habló de las flores que crecían en su país y no pasó mucho tiempo hasta que esas flores exóticas cruzaron el Atlántico por primera vez. El éxito fue rotundo.
En 70 años, y ya con la tercera generación a su cargo, Winston Flowers se ha convertido en una mega empresa que pone las flores en el 90% de los hoteles de la ciudad de Boston y presta servicios a empresas y particulares haciendo desde eventos hasta despacho semanales de flores. Además de su página web, cuenta con un equipo especial para atender pedidos a través de llamadas telefónicas.
Esta empresa de flores también ofrece servicios de diseño de jardines interiores y exteriores, así como arreglos para servicios funerarios. Nada se les escapa. A lo largo del año tiene distintas colecciones. En septiembre, cuando la visité por primera vez, casi todas las flores eran blancas, y en otoño, los colores que abundan son los naranjas, amarillos y ocres. La tienda de Newbury está adornada con zapallos grandes y pequeños que parecen casi esculturas y enormes ramas de castaños.
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