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En apenas unas semanas, miles de estudiantes de toda España se enfrentarán a la prueba que les abrirá o no las puertas para estudiar la carrera universitaria con la que siempre han soñado. Antes llamada EvAU o EBAU, la ahora conocida como PAU (Prueba de Acceso a la Universidad) supone un ejercicio decisivo. Para la mayoría de los jóvenes que se examinan será la primera prueba que de verdad condicione su futuro.
Por eso, aunque el esfuerzo deba ser suyo, es fundamental que les echemos una mano en todo lo que podamos. Damos un repaso a las técnicas de estudio que mejor funcionan para adolescentes y que podrán aplicar con tu ayuda.
Como padres, sabemos que los niños en estas edades no siempre comprenden la importancia de lo que se juegan en determinados momentos. Y en el caso de la PAU, no sólo se trata de aprobar, sino de alcanzar la nota suficiente para estudiar lo que quieren. Que ellos lo asuman o no ya es otra cosa y dependerá de la madurez del niño.
Así, mientras algunos lleven años preparándose para estudiar medicina o ingeniería, otros muchos aún no tendrán claro ni lo que quieren hacer, dejándolo todo un poco al azar y a los resultados obtenidos en la PAU. Sea uno u otro caso, les podemos ayudar. No sólo dándoles apoyo en estas semanas difíciles sino, sobre todo, estructura.
Como casi siempre, lo mejor es empezar por el principio. Y lo más básico es prepararles un espacio propicio para el estudio. Aunque no lo parezca, este es uno de los factores que más influyen en el rendimiento académico, y en el que los padres podemos intervenir de forma directa. Con el espacio nos referimos a que cuenten con un entorno físico adecuado y con los elementos necesarios para el estudio: una buena mesa, una adecuada iluminación y un ambiente sin ruidos o interrupciones.
Además del “encuadre” físico, deberemos fijarnos en el ambiente psicológico. En este sentido, el niño necesitará estudiar en un entorno tranquilo. Al que pueda recurrir para pedir ayuda, cuando necesite un extra de autocontrol o incluso para distraerse un rato. Ahí debemos estar nosotros, “requisándoles” el móvil para que nos distraigan, por ejemplo, teniéndoles sus comidas preparadas a tiempo o ventilándoles su habitación para que no sea una cueva.
Además, será importante que generen una rutina: que estudien siempre en el mismo lugar y a la misma hora. Hacerlo así mejorará su concentración, al establecerse una asociación ambiental gracias al condicionamiento clásico.
El último de los aspectos que debemos vigilar por nuestro hijo y estudiante es el sueño: dormir bien y lo suficiente no es opcional. Lejos de ello, el cerebro necesita el descanso para consolidar lo aprendido durante el día.
Si un estudiante duerme poco o mal, no podrá retener ni procesar la información al cien por cien. Por eso, en época de exámenes, establecer un horario fijo para irse a la cama es casi tan importante como el propio programa de estudio. Estas son algunas de las técnicas de estudio más eficaces, respaldadas por la evidencia y adaptadas a lo que ellos necesitan.
Es uno de los más conocidos. Apto para adolescentes y, por supuesto, para adultos. La técnica o método Pomodoro propone estudiar durante 25 minutos sin interrupciones y descansar 5. Al cabo de cuatro ciclos, se hace una pausa más larga de 15 o 20 minutos.
Este método no sólo ayuda a mejorar la gestión del tiempo, sino que entrena al cerebro para concentrarse en intervalos cortos, más asequibles para un adolescente que no está acostumbrado a largas sesiones. También ayuda a reducir el agotamiento mental. Combinado con un entorno libre de estímulos y distracciones, multiplicará su eficacia.
Muchos niños creen que estudiar es subrayar y repetir. Y tienen parte de razón, pero todo a su debido tiempo: la comprensión lectora es el primer paso para que cualquier técnica funcione. Lo ideal es que empiecen con una lectura rápida del texto para entender de qué va, seguida de una segunda lectura más detallada donde subrayen las ideas clave.
Una vez hecho esto, ya podrán aplicar técnicas complementarias como hacer esquemas, mapas mentales o contárselo a alguien con sus propias palabras.
Esta fórmula surge precisamente al hilo de esa comprensión lectora profunda que permita explicar lo leído a otra persona. Así, el físico Richard Feynman desarrolló un método en apariencia simple, pero muy eficaz. Consiste en aprender algo explicándoselo a otro como si fuera un niño. Para aplicarlo, tienes que seguir cuatro pasos:
-Escoge un concepto o tema que quieras aprender.
-Escríbelo como si se lo contaras a alguien que no sabe nada del tema.
-Identifica las lagunas o puntos poco claros y vuelve a estudiarlos.
-Simplifica el lenguaje y hazlo más claro todavía.
Lo interesante del método Feynman es que obliga a comprender de verdad lo que se estudia. No sirve repetir de memoria, sino que hay que integrar el conocimiento hasta poder transmitirlo. Por eso es muy útil para asignaturas densas como Filosofía.
¿Sabías que estudiar diferentes temas de forma intercalada mejora la retención a largo plazo? La neurociencia lleva tiempo respaldando este enfoque. Sucede porque el cerebro, al tener que identificar qué tipo de problema está resolviendo, se activa de forma más profunda y genera conexiones más sólidas.
Como su nombre indica, el estudio intercalado consiste en alternar temas y ejercicios dentro de una misma materia, en lugar de preparar durante largo tiempo el mismo tema. Así, por ejemplo, en matemáticas, será mejor alternar las ecuaciones con la geometría y la probabilidad, que pasar dos horas haciendo puras ecuaciones. En idiomas también funciona muy bien: es mejor combinar comprensión lectora, el vocabulario y la gramática que, por ejemplo, estudiar sólo las conjugaciones verbales durante horas.
No basta con estudiar una vez para darlo por aprendido. Para eso está el repaso, aunque este debe hacerse de forma espaciada. Idealmente así: al día siguiente de estudiar, a los tres días y, por último, una semana después. Este sistema, llamado “espaciado”, ha demostrado ser una de las mejores formas de consolidar el aprendizaje. Un truco para que funcione mejor es no releer sin más, sino intentar recordar el contenido activamente. Por ejemplo, cerrando el libro y escribiendo lo que se recuerda, o haciéndose preguntas a uno mismo.
Más allá del resultado de la PAU, acompañarlos en el proceso será una oportunidad para enseñarles a pensar, a estudiar por sí mismos y, por supuesto, a asumir la responsabilidad de sus propios resultados. Y eso, al final, es una de las mejores herramientas que podemos darles.
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