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¿Conoces la historia de los dos dulces más típicos de Halloween?

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La festividad del uno de noviembre, que recibe numerosos nombres según la cultura que la celebre, tiene en España un origen celta. Un pueblo que vigilaba atentamente el trascurso de las estaciones y los efectos que tenían en su vida cotidiana. La llegada del otoño era para ellos el momento para rendir culto a sus muertos y enfrentarse a los miedos. Los celtas pensaban que los muertos no desaparecían y que incluso podían contribuir al bienestar de sus allegados a cambio de recibir presentes y alimentos que depositaban sobre sus tumbas.

Huesos de santo y buñuelos han heredado una tradición milenaria

Los frutos de esta época en España, la almendra en el Levante, el piñón en Castilla o las castañas en todo el noroeste se convirtieron en los aliados perfectos para realizar este tipo de ofrendas, que acompañaban en la mayoría de los casos con pan. La cultura romana y el cristianismo adaptaron esta tradición, que se fue modificando al mismo tiempo que las recetas se ampliaban sobre los fogones. Y así durante ese día y en distintas regiones, el pan y los dulces depositados en las tumbas se repartían entre los pobres y más necesitados. Unos ingredientes otoñales que dieron paso después a los dos productos más típicos de estas fechas.

Los huesos de santo de Horno San Onofre son todo un acierto. Foto: Horno San Onofre

Los huesos de santo son una variación del panellet (típico en Cataluña). Sus orígenes están en Aragón, en una época en la que el catolicismo intentaba destacar lo incorrupto. Su elaboración se extendió después a Castilla, donde es un dulce muy arraigado. Almendras y azúcar son sus ingredientes principales y suelen estar rellenos de almíbar o yema de huevo. Es un dulce muy típico en Madrid y lo puedes encontrar por ejemplo en los cinco establecimientos de Horno San Onofre.

En los hornos de Levadura Madre utilizan una receta tradicional para sus buñuelos. Foto: Levadura Madre

En cuanto a ese estallido de sabor que son los buñuelos, aterrizaron en nuestro mantel a través de los árabes. Inicialmente, tenían una base frita y bañada en miel. Un baño que la tradición española fue abandonando para rellenarlos de batata, calabaza o cabello de ángel. No sería hasta el siglo XVIII cuando aparecerían sus versiones en yema, nata, crema o chocolate. La avellana o la frambuesa son rellenos más modernos. El secreto para que el buñuelo quede fino, esponjoso y poco aceitoso es tener cuidado en trabajar bien la masa y freír en aceite bien caliente. Te recomendamos que visites los madrileños obradores de Levadura Madre para probar sus exquisitas variedades.

*Foto de portada: Levadura Madre.

The Luxonomist

Redacción de The Luxonomist. Periodistas especializados en información económica, financiera, empresarial y a la última en las tendencias del lujo.

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