Foto: Marqués de Murrieta
Luciano Murrieta, nombrado Marqués por Amadeo de Saboya, fue el primero en muchas cosas. Considerado el padre de la viticultura moderna en Rioja, no solo “enseñó” a hacer y conservar el vino con las técnicas de Burdeos tal y como se sigue haciendo hoy. También puso en el mapa internacional a los excepcionales vinos de Rioja. Lo hizo con un espíritu atrevido e innovador que sigue guiando el trabajo de su bodega 170 años después.
Prueba de ello es que su legado -liderado desde 1983 por la familia Cebrián-Sagarriga- sigue igual de vivo que cuando empezó a elaborar vino en 1852. Su objetivo no es solo hacer vinos extraordinarios, sino compartir su historia y su patrimonio de la mejor manera posible.
De hecho, la ilusión de Marqués de Murrieta por innovar y seguir sacando pecho de su extraordinaria historia se palpa en cada rincón de sus instalaciones.
Edificios nuevos y antiguos en los que conviven piezas históricas con los últimos avances tecnológicos. Todos rodeados por 300 hectáreas de viñedo y cada uno pensado para poner en valor un patrimonio cultural único con infinidad de aristas.
Una de ellas es la del enoturismo, al que la bodega dará un empujón a partir de septiembre con tres actividades únicas hasta el momento. Serán visitas privadas con degustación de un menú gastronómico de auténtica altura a las que precederá un vuelo en helicóptero de 30 minutos.
Los interesados podrán llegar en jet privado o helicóptero (gestionados por la bodega) desde Bilbao hasta el aeropuerto de Agoncillo (a 5 km de la misma) o por su cuenta. Y una vez en la bodega disfrutar del vuelo saliendo desde su propio helipuerto sobrevolando el paisaje riojano con la sierra Cantabria de fondo, el río Ebro y localidades cercanas como Logroño o Viana en el horizonte.
Estas exclusivas actividades se suman a la oferta de ocio de la bodega. Es decir, a las visitas guiadas, el coqueto wine bar y la exclusiva oferta gastronómica previa reserva.
Sea con o sin vuelo en helicóptero, la visita a Marqués de Murrieta merece mucho la pena. Incluye un completo recorrido por sus jardines, miradores y viñedos así como a sus cuatro edificios.
Desde el histórico Castillo Ygay construido en 1877 por Luciano Murrieta, hasta la nave de 25.000 metros cuadrados terminada en 2020 como un “capricho técnico” de su premiada enóloga, María Vargas.
Todos están integrados en el entorno y lucen impecables y robustas fachadas de piedra arenisca. Un detalle que refleja el respeto de la bodega por el pasado y la identidad de la zona.
En ellos se pueden ver desde las modernísimas e impolutas salas de fermentación con tolvas de 31.000 litros de acero inoxidable ó tinas de madera de 14.000; a la impresionante nave donde envejecen, con una temperatura controlada y en penumbra, 10.000 barricas de roble americano y francés.
En ellas “duerme” el vino durante meses o años, dependiendo de su crianza, y tras cuatro años de vida útil pasan a dar personalidad a whiskies escoceses o rones puertorriqueños.
Y cuando el vino está listo se llenan con él un millón de botellas al año. Sin embargo, los cuatro enormes botelleros acogen hasta cuatro millones de botellas que viajan desde Marqués de Murrieta a 106 países de todo el mundo.
Otro de los puntos más especiales de la visita a Marqués de Murrieta está en el Castillo Ygay. El edificio primigenio construido por el fundador en las faldas de una colina y que tras nueve años de rehabilitación fue declarado museo en 2019.
Allí se guardan desde la primera despalilladora que Luciano trajo desde Burdeos para elaborar el vino hasta una prensa de doble tornillo. Además de elementos relacionados con la viticultura antigua, documentos, premios y cartas que cuentan con detalle la historia de Rioja.
Un patrimonio de valor incalculable que redondea la joya de la corona: un calado subterráneo con 100.000 botellas de todas las añadas de la bodega.
Entre ellas algunas destacadas como la del 64, perfecta por su producción y calidad, o las que dieron lugar a algunos de sus vinos más reconocidos. Como Castillo Ygay 2010, Mejor Vino del Mundo 2020 por Wine Spectator; o Castillo Ygay Blanco 1986, primer blanco seco en recibir los 100 puntos Parker en 2016.
Varios de ellos forman parte de otra experiencia que redondea este paseo por la historia de la bodega y de Rioja.
Su responsable es Miguel Narro, formado en las cocinas de Francis Paniego y mano derecha del antiguo chef de la bodega, Mariano Pascual.
Él y su equipo componen un menú gastronómico de temporada exquisito, distinguido, genial. Una selección que acompaña a los vinos escogidos meticulosamente por el sumiller Roberto Ruiz de la Cuesta, con un dilatado bagaje junto a Martín Berasategui.
Desde los peldaños de las escaleras que bajan a los calados hasta las rocas que designan los pagos del exterior, todo en Marqués de Murrieta tiene un hilo, una intención. Un vínculo palpable con el pasado y una historia de superación y éxito que lejos de estancarse, no ha hecho más que empezar…
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