Foto durante el rodaje de El Cautivo de Lucia Faraig
Charlamos antes de viajar al Festival de Cine de Toronto, donde El Cautivo iba a presentarse, por vez primera, en una sala con público. Días más tarde llegaría a los cines de toda España. Ocho años ha tardado Alejandro Amenábar en darle forma a la historia más desconocida de Miguel de Cervantes, sus años de cautiverio en Argel. A ese tiempo de espera tuvo que sumar dos años más, uno de los cuales dedicó por entero a conseguir la financiación. Ni siendo Amenábar es fácil lograrla…
The Luxonomist: Aunque eres ya un experto… ¿es imposible templar los nervios?
Alejandro Amenábar: Me empezarán los nervios cuando se estrene la película. Una película es un plato que se cocina en mucho tiempo. A la historia de El cautivo empecé a darle vueltas hace ocho años y dos desde que empecé a escribir en serio el guion. Luego te das cuenta de que ver la película se consume en el mismo tiempo que tardas en comer. En dos horas la gente emite su veredicto. Yo hago las películas muy enfocadas para el público, quiero entretener y que guste lo que ofrezco. Por eso, en el momento del estreno es inevitable sentir nervios.
TL: ¿Cuando alguien tiene tu trayectoria tiene un pequeño resquicio que justifique hacer cine para momentos como este? Presentar la película en un festival como el de Toronto, por ejemplo…
Alejandro Amenábar: Toronto es un buen termómetro para saber lo que puede venir después. Es un festival muy entusiasta, muy relajado, es importante de cara a una carrera de premios. Para nosotros es un escaparate perfecto. Además es una ciudad a la que le tengo mucho cariño porque ahí viví seis meses preparando mi película Regresión. Fue maravilloso convivir y trabajar con los canadienses.
TL: Es decir, que vuelves a casa casi…
Alejandro Amenábar: (Risas) En cierta medida sí, me trae buenos recuerdos.
TL: Sin pretenderlo, te has convertido en cada trabajo en tu propio enemigo. Había que superar siempre la película anterior. ¿Te la juegas con El cautivo?
Alejandro Amenábar: Me juego, de entrada, parte de mi dinero. En las películas lo doy todo. Curiosamente, no he hecho ninguna película sobre lo que el cine puede significar para mí. Hacer una película es lo que me alimenta, lo que me permite contar una historia, lo que me da el empuje para los siguientes años. Tengo proyectos de largo tiempo en los que me implico por completo. Lo hago de mil amores porque ya sabes que dicen que “sarna con gusto, no pica”.
Concibo cada proceso de una película como un “todo o nada”. Tengo que conseguir con cada historia que la gente salga de casa, mueva el culo y vaya a ver una película de Amenábar. Básicamente porque es mi aval para garantizarme que pueda hacer la siguiente película. Al margen de lo que yo quiero contar, estoy muy pendiente del envoltorio que lleva esa historia para que sea atrayente, porque tengo muy claro que es el fin de hacer cine. Creo que lo que va en contra de la esencia del cine es aburrir.
TL: Por lo que veo los rodajes sencillos no son lo tuyo, ¿verdad? No sé si es una manera de ponerte a prueba y comprobar que sigues en plena forma…
Alejandro Amenábar: Esta historia de El cautivo arranca como “Argel, 1575”. Cuando mi productor lo vio me dijo: “A ver cuándo se te ocurre una baratita” (risas)”. En ese momento inicial, ni siquiera eres consciente de dónde te va a llevar el viaje.
Estaba investigando la figura de Cervantes y me sentí atrapado por esta etapa suya en Argel. En ese momento me doy cuenta de que tengo que contar la realidad de esa ciudad, que es exuberante y se convierte en un personaje más de la historia. Al tener que retratar todo eso, obviamente la producción se complica. Siempre intento que el dinero que pueda conseguir para mi historia se vea en la pantalla. Y tengo un equipo que se implica al 100 %.
TL: ¿Sigues siendo ese director tirano (como te definiste en algún momento) o la edad te ha ido apaciguando?
Alejandro Amenábar: Fíjate que te iba a decir, sin ningún tipo de modestia, que soy un director con muy buen talante en los rodajes (risas). No me gustan los gritos, no me gusta humillar a la gente. Convivo con el error y es algo que asumo. Eso el equipo te lo valora cuando vienen mal dadas. No soy un director tirano, aunque también es verdad que, cuando rodé Tesis, yo era muy joven, tenía 22 años, y era la primera vez que rodaba con actores de peso como Eduardo Noriega, Ana Torrent y Fele Martínez.
No tenía ninguna idea en dirección de actores porque, hasta ese momento, solo había hecho cortos. Tal vez era un poco tirano porque lo que tenía era miedo de que ese equipo de actores no entendiera y no supiera poner en práctica lo que yo quería transmitir. Ahora mi energía es al revés, quiero que me desafíen y me hagan propuestas alternativas.
TL: ¿Ha habido algún momento, alguna escena, en la que pensaras “esto no va a salir ¡quién me ha mandado a mí idear esto!”?
AA: No soy muy amigo de los planos secuencia, que es un recurso que está muy de moda. Siempre me he preguntado: “¿Para qué me vale?” Y esta vez, mi director de fotografía, desafiándome, me propuso por enésima vez hacer un plano secuencia. Así que reescribí el arranque de la película, que ya lo tenía programado de otra manera, y lo replanifiqué para hacer un plano secuencia, porque sí me pareció interesante en esta ocasión. Entendí que iba a ayudar al público a entrar de cabeza en lo que es una venta de esclavos (los árabes esclavizando al mundo cristiano), así que hicimos ese plano secuencia al que me había resistido siempre. Lo rodamos en dos días y te aseguro que sudas la camiseta.
TL: ¿Qué te empuja a ti a contar historias?
AA: Para mí, contar historias significa reinventar la realidad y explicarnos. Es la mejor manera que tengo de expresarme sobre lo que siento en el mundo, lo que pienso del mundo y, sobre todo, porque contar historias me ha salvado del tedio desde que soy un niño. Por eso te decía antes lo del aburrimiento. Cuéntame lo que quieras, pero mantenme enganchado a la butaca. Cuando vi Cinema Paradiso pensé que me encantaría poder hacer una película así, que me hiciera experimentar todo lo que he sentido. No hay nada que me llene más que contar una historia.
TL: Miguel de Cervantes era un gran contador de historias. ¿Esa unión con tu fascinación por lo mismo es lo que te ha llevado a rodar El Cautivo?
AA: Hay una conexión indudable. En la película hay una especie de flautista de Hamelin que, en el patio de la cárcel, cuenta historias a sus compañeros de prisión para evadirse de esa horrible realidad. Y luego si piensas en alguien que está indagando en su propia orientación sexual, hay una fusión innegable conmigo. Aunque no he hecho una película en la que cuente cómo el cine cambió mi vida, creo que esta es mi película más personal en ese sentido. De niño me recuerdo estar en el patio del colegio y era capaz de congregar a mi alrededor a un grupito de chavales para contarles una historia. Imagino que a Cervantes le podía pasar igual. Eso nos une.
TL: ¿Con ese corro de chavales a tu alrededor conseguiste saber si disfrutabas más contando o escuchando historias?
AA: Que me las cuenten, sin lugar a dudas. Lo que pasa es que soy consciente de que contarlas es lo que me ha permitido ganarme la vida. Pero con lo que más disfruto es con una buena película de dos o tres horas que te arrastra completamente, que te hace reír y llorar sin despegarte de la pantalla. No hay nada que agradezca más en el mundo.
TL: ¿El cautiverio físico y emocional de Cervantes es lo que le lleva, a lo mejor, a cuestionarse sus impulsos sexuales?
AA: El cautiverio, desde luego, (y esto está reflejado en varios libros de historia) es lo que le empuja a ser “cineasta”. Él vive una situación traumática, semejante a lo que se puede vivir en un campo de concentración. Convive con la muerte, la tortura y la penuria… y eso le marca. En esa experiencia se le permite acceder a la realidad de Argel. Una realidad que se refleja en la película con una libertad sexual entre hombres que se podía ver por las calles. Ese contacto con el mundo enemigo, con una cultura enemiga, le ha influido. Se sabe que él ha tenido amigos en ese contexto y lo visto en el entorno le tiene que haber enriquecido como ser humano.
Los datos que tenemos del conflicto sexual es que hay una denuncia de homosexualidad por parte de su compañero de prisión Blanco de Paz (que interpreta Fernando Tejero). Luego están los documentos de los historiadores, que dicen que él se libró cuatro veces de la muerte por la estrecha relación que tenía con el Bajá (interpretado por Alessandro Borghi). Con todos esos datos, lo que he hecho es construir una historia que refleja también la especial conexión entre Cervantes y su captor. Pensé que desde el punto de vista dramático era el enfoque más interesante, el amor sublimado entre dos hombres. Yo creo que lo que realmente se da entre ellos es una conexión intelectual más que una atracción sexual.
TL: He leído que has dicho que distancias muchos los proyectos por “falta de creatividad”. Dime que es un fake, porque no me lo creo…
AA: (risas) Es probable que lo haya dicho, no te lo niego. ¿Me gustaría ser más prolífico? ¡Claro que me gustaría! Y me encantaría no dejar de crear, pero nunca me olvido de lo que cuesta financiar mis películas y con esta nos ha costado todo un año reunir la financiación. Si a eso le sumas que, desde que pienso la idea de lo que quiero rodar hasta que lo conseguimos, pueden pasar años… ahí tienes la respuesta (risas).
Procuro hacer todo sin pausa, pero sin prisa. No me estreso porque afortunadamente me lo puedo permitir. No tengo una familia de veinte hijos que alimentar y puedo vivir de las historias que hago. Prefiero espaciarme y no defraudar al público y que sepan que, cuando tengo una película preparada, es porque creo en ella.
TL: ¿Qué hay del Alejandro Amenábar que se compró una cámara de video doméstico entes de empezar en la universidad en el hombre consagrado de hoy?
AA: ¿Qué hay?… Hay la ilusión, que es algo que nunca he perdido. Conservo manías como la de no sentarme nunca en los rodajes, me gusta estar de un lado a otro. Ya no llevo la cámara a cuestas, pero me gusta encuadrar, decidir cómo es el plano. La verdad es que me gusta todo lo que envuelve a un rodaje, lo vivo con optimismo e ilusión. En el rodaje es el momento en el que me siento un niño con un juguete nuevo. La ilusión del primer plano, el darte cuenta que ya estamos ahí de nuevo, no la he perdido.
TL: Si llevaran tu vida al cine… ¿nadie mejor que tú para dirigirla o elegirías a alguien ajeno?
AA: He hecho una película sobre la fragilidad y la plasticidad de la memoria, del cerebro, y confío poco en lo que puedes contar porque una cosa es lo que sientas que viviste y otra es cómo fue la realidad. Si quisiera ahondar en la vida de alguien, preferiría una biografía a una autobiografía. Si se hiciera una película sobre mi vida daría para una comedia ligera, por eso no quiero hacer películas de mi vida (risas), prefiero irme a otro lado completamente distinto y huir de mí mismo.
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