Desde hace unos años, no son pocos los que aciertan al afirmar que lo japonés está de moda. No sólo en nanotecnología, ni en la cantidad de tribus urbanas que dan culto a la diferencia y que hacen que miles de personas se mueran por visitar Harajuku, el barrio de las tendencias en Tokio. Desde hace un tiempo, la terminología japonesa está más presente en nuestras vidas. Ya hay muchos adeptos al mindfullness japonés, el llamado Ikigai, la razón de vida de cada ser humano que esconde el secreto de la larga y feliz vida a quien lo encuentra.
En el último año, las librerías se han llenado de manuales sobre esta práctica nipona. Manuales que si los compramos y los acumulamos sin leer, nos llevarán a otro término japonés recientemente usado: Tsundoku, que nos recuerda al famosos juego de los nueve números: Sudoku. Las palabras japonesas definen un concepto mucho más amplio y que tiene que ver con nuestra vida contemporánea, como es la consecuencia directa de un consumismo agresivo que, en algunos casos, hace que compremos por ansia o impulso más allá de la necesidad o uso. Eso no sólo ocurre con los libros sino también con otros objetos cotidianos.
Si antes estaban de moda los anglicismos, ahora llegan en torrente las palabras japonesas que cada vez aplicamos más para describir nuestros estados de ánimo. En España cada vez se celebran más ferias relacionadas con la cultura japonesa. Hace una semana se celebro en Córdoba, con una afluencia masiva de público, el Festival Bon Odori que rinde homenaje a los antepasados y pide prosperidad. Se instalaron puestecillos para aprender a hacer Kirigami, el arte del papel recortado y Origami, el arte del papel doblado.
Puede que esta moda sea porque caminamos hacia la necesidad de integrar y de no separar, de aceptar la diversidad como parte de nuestra esencia. Al mismo tiempo y sin despreciar, la moda nipona arrasa en la gastronomía con la aparición de tabernas, restaurantes y lugares donde aprender a hacer sushi. Lo japonés parece identificarnos y nos acercamos a ello al tiempo que nos alejamos de lo occidental. En estos últimos años Estados Unidos pierde fuelle con su way of life y su desteñida tierra de las oportunidades.
Todos queremos tener un buen Kokoro, es decir, conectar armónicamente el espíritu, la mente y el cuerpo. Curiosamente, estudios japoneses le dan a este término el sentido de lo que diferencia a los humanos de las computadoras. Puede que la insatisfacción con el pensamiento analítico/materialista busque respuestas en otra cultura distinta que siempre nos ha despertado curiosidad, respeto y, en muchas casos admiración. El machismo ancestral y la revolución silenciosa de las mujeres japonesas está presente pero parece no empañar la moda japonesa. Veremos en unos años. Sea por el puro afán de buscar lo último en tendencia, por sentirse entendido y apoyado en la diferencia o por encontrar la calma en una filosofía vital mucho más integradora que fragmentada, lo japonés gusta y poco a poco invade nuestras vidas.
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