Foto: Turismo de Anglet
El País Vasco francés es un paraíso para amantes de muchas cosas. Del sol, del mar, de la gastronomía, los deportes de agua, el lujo y la desconexión. Porque todas estas cosas se pueden hacer en esta coqueta zona de playas salvajes, vegetación exuberante y construcciones palaciegas que respira por igual elegancia francesa e historia vasca. Entre sus núcleos urbanos más conocidos destacan las señoriales Biarritz y Bayona; así como la coqueta San Juan de Luz. A ellas sumamos nosotros la pequeña Anglet, un paraíso para amantes del surf y la buena cocina que tiene mucho que ofrecer.
La localidad se sitúa a medio camino entre Biarritz (en la costa) y Bayona (hacia el interior), a las que se puede llegar cómodamente en bicicleta eléctrica en unos 15 minutos o en coche todavía más rápido. Su atractivo reside precisamente ahí, en una situación estratégica que la hace perfecta para quienes quieran tranquilidad sin sentirse aislados del bullicio.
En las calles de Anglet se suceden las casonas de estilo vasco con las contraventanas de colores a juego con los tejados y las verjas de cada jardín. Y de vez en cuando surge frente al visitante alguna joya arquitectónica de estilo señorial que lejos de desentonar, aporta personalidad al lugar.
En este grupo destaca Brindos, un castillo convertido en hotel de 5 estrellas y con el distintivo de Relais & Château situado frente a uno de los lagos privados más grandes de Francia. Un lugar idóneo para descansar rodeado de naturaleza e incluso vivir una estancia especial en una de sus diez cabañas flotantes.
Para amantes del agua, Anglet es un auténtico paraíso. Sus playas tienen las mismas olas que se surfean en Biarritz, con su famoso faro de fondo. Y allí mismo, en el paseo, abundan los restaurantes y los negocios de ropa y surf, con opciones gastro de todo tipo.
Una opción para todos los gustos podría ser Le lieu des pêcheurs, un restaurante informal, con terraza y una carta a prueba de paladares exigentes. Mucho producto del mar, mucho respeto por los sabores y un uso de las salsas y los aliños como solo los franceses saben hacer.
Y para los días que salgan lluviosos -algo común en la zona- tampoco viene mal tener en mente algún plan indoor que guste a grandes y pequeños. Como los talleres creativos y de jardinería del invernadero Mendi. Un negocio familiar para amantes de las plantas o para quien quiera conectar con la naturaleza desde la creatividad.
Sus propuestas van desde las visitas guiadas a sus instalaciones, construidas de forma sostenible y con un sistema de riego “por inundación controlada” de lo más llamativo; a la composición de cuadros con flores secas. Además de elaboración de bouquets, coronas de flores, terrarios o kokedamas, unas originales plantas ornamentales que no necesitan maceta tradicional.
Después de todo esto, sobran los motivos para ponerse el neopreno y viajar hasta Anglet. Todo para empaparse de la cultura de un destino que, de verdad, merece la pena.
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