Foto: Bahía del Duque
Sucede a veces que, aunque hayas leído u oído hablar de un lugar, al llegar, este supera con mucho tus expectativas. Y cuando pasa, es una maravilla. Yo lo viví este mismo verano, cuando conocí el hotel Bahía del Duque. Un reconocidísimo y premiadísimo hotel de 5 estrellas situado al sur de Tenerife con tantos frentes destacables que resulta difícil elegir.
El gigantesco complejo recibe al visitante como si entrara en una burbuja de paz. Sobre todo considerando que se encuentra a dos pasos de la bulliciosa y masificada zona de Costa Adeje.
Desde la entrada al parking y por supuesto al pisar la recepción, las revoluciones bajan. Un increíble patio coronado por una altísima claraboya, lleno de vegetación y con un delicioso aroma, te adelanta que has llegado al lugar adecuado para activar los cinco sentidos y dejarte llevar.
Porque aunque el hotel es grande (tiene 346 habitaciones entre las que hay suites, villas y casas ducales), la sensación de tranquilidad en cualquiera de sus zonas comunes es mayúscula. Hasta los niños parecen controlar sus arrebatos de locura en este vergel dedicado al bienestar.
Desde luego, espacios no le faltan para que cada huésped encuentre su lugar y se sienta mejor que en casa. Cinco piscinas, jardines, acceso directa a la playa, 9 restaurantes, 14 bares y lounges, 2 gimnasios y canchas deportivas de tenis, pádel o golf…
Por algo este hotel es un referente internacional en calidad de servicio e instalaciones.
Pero por supuesto, hay más. Porque el engranaje de un coloso como este no funcionaría sin un equipo humano sobresaliente. En su caso, además de mirar al futuro, el hotel también rinde homenaje a sus orígenes y a la historia de Canarias de una forma exquisita.
Porque la indumentaria de su staff -especialmente solícito y atento- también contribuye a que el huésped multiplique su desconexión como sumido en un viaje en el tiempo. Sus uniformes reproducen vestimentas típicas de las islas en los siglos XVIII y XIX e incluyen prendas como sombreros, pañuelos, polainas, fajas y corpiños.
Siguiendo las premisas del investigador Juan de la Cruz, los trajes se confeccionan en los talleres del hotel siguiendo los patrones originales pero adaptando las telas, más ligeras y confortables, a su uso actual.
Entre ellas destacan los materiales nobles como el lino, el algodón o la seda; y los colores claros ligados al archipiélago. Esos que transmiten transparencia, luminosidad y destacan, también, en el mobiliario y el confort de sus habitaciones.
Sin embargo, el hotel Bahía del Duque no solo mira hacia Canarias. También puede presumir de un marcado carácter internacional, necesario para complacer a su amplia variedad de sus huéspedes. Sobre todo en todo lo referente a la gastronomía.
Porque sin duda esta es una parte importante del hotel. Desde el variadísimo desayuno buffet en El Bernegal hasta su restaurante Nub, galardonado con una estrella Michelin, en Bahía del Duque hay opciones de sobra para no salir de sus instalaciones a no ser que sea estrictamente necesario.
Sacando pecho de la cocina patria, el complejo cuenta con el restaurante Alisios Market Food, con producto de temporada y cocina de mercado; y SUA, centrado en lo mejor de las brasas de la cocina vasca. Igualmente, en el luminoso Beach Club con vistas al mar se cocinan pescados, mariscos y arroces que (doy fe) poco tienen que envidiar a los de la costa valenciana.
La mirada internacional la pone este hotel en el restaurante La Hacienda, el japonés Kensei, La Trattoria italiana y la interesantísima Brasserie francesa de Pierre Résimont. Un lugar donde disfrutar, con el régimen de media pensión sin cargo adicional, de las creaciones de un chef con dos estrellas Michelin. Un auténtico lujo.
A todos estos templos gastronómicos se ha sumado recientemente Upalupa. Un restaurante con acceso desde el hotel y entrada a pie de calle, con un carácter dinámico y de lo más disfrutón. Su carta es variada, original y fresca. Perfecta para atraer a público de cualquier edad con ganas de pasarlo bien y dejarse llevar en un entorno relajado y chill.
Su terraza cargada de vegetación, con vistas al mar y una decoración acogedora, se aliña con música tranquila, luces tenues y una variada carta de cócteles. Un mix que hace de este rincón un paraíso tranquilo donde exprimir, un poco más, un lugar que no tiene fallo.
Porque Bahía del Duque es mucho más que un hotel de cinco estrellas. Es un todo donde los aromas, los colores, la decoración y la disposición de los espacios están pensados para hacerte sentir bien. Sin duda un must para descansar y disfrutar de uno de los climas más agradables de nuestra geografía en cualquier época del año.
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