Foto Unsplash @bkaraivanov
La moda es un reflejo de las diferentes corrientes sociales y del paso del tiempo. Desde la antigüedad, los diferentes atuendos han servido para establecer un estatus social y se han ido adaptando a los gustos y tendencias de cada época. Pero existe un objeto que lleva con nosotros desde hace siglos y que ha servido a un grupo de investigadores para poner fecha al origen de la moda.
Se trata de la invención de las agujas con ojo. Una innovación tecnológica del Paleolítico que se considera clave para adornar la ropa con fines sociales y culturales. Un objeto que se remonta a hace 40.000 años y que marca el cambio fundamental de la ropa como protección a la ropa como expresión de identidad.
Las primeras agujas con ojo que se conocen aparecieron hace aproximadamente 40.000 años en Siberia. Son uno de los artefactos paleolíticos más emblemáticos de la Edad de Piedra. Eran mucho más difíciles de fabricar que los punzones de hueso que se usaban hasta entonces y que eran suficientes para crear ropa ajustada.
Las evidencias sugieren que los punzones de hueso ya se utilizaban para crear ropa a medida. Así que la innovación de las agujas con ojo puede reflejar la producción de ropa más compleja y en capas. Así como el adorno de la ropa mediante la fijación de cuentas y otros pequeños elementos decorativos en las prendas.
“Las agujas con ojo habrían sido especialmente útiles para la costura muy fina que se requería para decorar la ropa”. Explica el doctor Ian Gilligan, asociado honorario de Arqueología en la Universidad de Sydney y autor principal del estudio publicado en Science Advances.
Y es que los métodos tradicionales de decoración corporal, como la pintura con ocre o la escarificación deliberada, no eran posibles en esas latitudes debido a las gélidas temperaturas.
Por lo tanto, la ropa evolucionó para cumplir no solo una necesidad práctica de protección y comodidad contra los elementos externos. También tuvo una función social y estética para la identidad individual y cultural.
Además, las habilidades asociadas con la producción de ropa contribuyeron a un estilo de vida más sostenible y mejoraron la supervivencia y la prosperidad a largo plazo de las comunidades humanas. Por eso, cubrir el cuerpo independientemente del clima es una práctica social que ha perdurado.
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