Carmela Álvarez, alma de Carmelamola. Foto: Cedida
El día en el que a Carmela Álvarez le dieron las llaves de Carmelamola, su tienda de bisutería artesanal en el coruñés Mercado de San Agustín, fue el más importante de su vida. “Cuando se las entregaron, se le iluminó la cara y ahí realmente se dio cuenta de que esa era su tienda y ella la jefa”, me comenta su madre, Ana.
A partir de ese momento, Carmela se convirtió en un referente al ser la primera persona en España con Síndrome de Down que abría su propio negocio. Y desde hace unos días, también puede presumir de ser la primera que contrata a una persona sin discapacidad para que trabaje con ella en la tienda.
Carmelamola es su pequeño mundo como emprendedora, “donde la creatividad no tiene límites y cada idea es una nueva pieza”. Un espacio mágico dedicado a la bisutería artesanal que ella define como único y especial. “Aquí no solo encontrarás piezas hermosas y originales, sino también tendrás la oportunidad de ser parte de una historia de inspiración y empoderamiento”.
Diseñar cambió su vida. Tanto, que haciéndolo se sintió útil y capaz de hacer algo diferente por primera vez. Pudo aparcar el “no puede” que le había acompañado durante tantos años debido a su discapacidad y se dio cuenta de que diseñar podía convertirse en el timón de su vida.
Empezó entonces a soñar en grande y, sobre todo, a acumular el arrojo suficiente para no rendirse. “Carmelamola nació de una obligación, que era mejorar su motricidad fina -explica su madre- y hoy es un sueño hecho realidad”.
La larga travesía hasta el día de hoy se ha hecho muy poco a poco. Ha sido Carmela quien ha ido marcando los ritmos a sus padres, por lo que no se han encontrado con nada especialmente difícil. “Diría que todo lo contrario”, confiesa Ana. “Sin esta aventura, quizás, el día a día de Carmela sería mucho más complicado”.
La aventura comenzó en casa, donde Carmela creó su pequeño taller. A la venta online llegaban pedidos desde nuestro país y también desde fuera de nuestras fronteras. En cuanto a la venta física, en distintos puntos, mucha gente compraba los artículos sin saber quién estaba detrás de ellos. Y cuando se enteraban de su autoría, apreciaban aún más cada una de esas piezas.
Desde el primer momento, los padres de Carmela tuvieron muy claro que no querían que nadie comprase por lástima. “Siempre hemos querido que quien se llevara algo fuera porque le gustara de verdad. Muchos diseños son únicos, con materiales en los que se cuida mucho la calidad”, explica Ana.
Así que cuando Carmela cumplió los 18 años y viendo cómo estaba evolucionando en el trabajo con la bisutería, sus padres decidieron darle un mayor impulso y que fuese ella quien tomase las riendas del negocio como autónoma.
“La tienda era una meta a largo plazo. Primero se trataba de ver si la venta online realmente funcionaba. Lo de trabajar en un taller sin contacto directo con la gente es poco gratificante. Así que Carmela necesitaba dar ese pasito más. Levantarse todas las mañanas y tener, como cualquiera de nosotros, un “adónde ir” y recuperar ese cara a cara con la clientela para ganar nuevas destrezas”.
El paso de los años se ha notado mucho en Carmela. “Ahora es más autónoma y arriesga cada vez más en cada uno de sus diseños. Al principio los abalorios eran grandes, para que le fuese más fácil manipularlos. Hoy se atreve con cualquier tamaño y forma”.
El mejor diseño siempre está por llegar, pero ¿cómo fue el primero?. “Fue un momento muy especial”, recuerda Ana. “Su reacción al terminarlo, más que verlo acabado, fue cuando yo me lo puse. Ahí fue cuando se dio cuenta de que ya no se trataba de hacer rutinas en modo automático. Eso que acababa de hacer era algo que me iba a regalar y que yo se lo enseñaría a todo el mundo”.
Si le preguntas a Carmela cómo son sus diseños, tal y como se refleja en su web, ella lo tiene muy claro: “Mis collares, pulseras y accesorios son cuidadosamente elaborados con materiales, seleccionados por mí con una atención meticulosa a los detalles. Cada uno refleja parte de mi personalidad vibrante y lleva consigo una historia de superación y logros. Al elegir una de mis joyitas estás apoyando no solo mi talento, sino también promoviendo la inclusión y la diversidad en el mundo de la moda y el arte”.
En este negocio gestionado por una persona con Síndrome de Down creen, por encima de todo, en la capacidad de cada individuo para contribuir con su singularidad al panorama creativo. Y Carmela personifica esto en cada creación que sale de su taller. Su mayor compensación, en este momento, es ver cómo su proyecto está despertando la iniciativa de otros chicos como ella. Esos que se están planteando emprender y demostrar que, como cualquiera de nosotros, son capaces. El “no puedo” ya no forma parte de sus vidas.
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