(Foto: Freepik)
Cuando se trata de educación, siempre habrá debate. En los últimos años, buena parte de este se ha centrado en una división entre el papel y lo digital en la que, unos y otros, aportan sus buenas razones. Por un lado, el libro impreso es lo que nosotros mismos hemos conocido como padres y parece que lo tenemos incorporado en nuestro ADN como algo fundamental y necesario.
Por otro, las nuevas tecnologías están demasiado presentes en la vida como para ser obviadas, y además son instrumentos necesarios para la competitividad. En este punto, ¿no sería mejor integrarlas que posicionarlas como enemigas e incompatibles?
Más allá de lo romántico del papel, parece que gestos como el tocar las páginas, subrayarlas, o incluso el volver atrás a releer algo, favorece un aprendizaje más integrado, al participar en él los sentidos. Lo mismo sucede con escribir a mano o tomar apuntes: ayuda a la organización mental y estimula procesos cognitivos como la concentración y la retención. Por ello, nunca debemos renunciar del todo a los libros ni a los cuadernos de toda la vida.
“La dicotomía entre el libro de texto en papel y los formatos digitales parece haber propiciado un cambio a favor de los primeros, retomando la relevancia que siempre han tenido como herramienta de apoyo al aprendizaje que se había perdido en el imaginario colectivo”, señala José Moyano, presidente de ANELE (Asociación Nacional de Editores de Libros y Material de Enseñanza). Además, asegura que “los libros de texto desempeñan un papel fundamental y resultan de gran ayuda en el proceso de enseñanza-aprendizaje”.
Así, los libros impresos permiten que cada estudiante construya su propio ritmo de aprendizaje. En un mundo saturado por estímulos digitales, donde premia la inmediatez, detenerse a hojear un libro aporta una pausa que estimula la reflexión y la creatividad. En este sentido, ha quedado probado que los alumnos que leen regularmente libros en formato de papel obtienen una ventaja significativa en pruebas de lectura y comprensión en comparación con los que se limitan a leer en digital.
Por su parte, Manuel Domínguez, director general de ASPAPEL (Asociación Española de Fabricantes de Pasta, Papel y Cartón), subraya que ” aunque durante un tiempo, algunos auguraban que el libro de texto en formato físico iba a desaparecer, la experiencia ha demostrado que sigue siendo un recurso imprescindible en las aulas. El papel posee cualidades intrínsecas que lo convierten en un soporte educativo fundamental, perfectamente compatible con el uso de dispositivos electrónicos”.
Lejos de ver el papel y la tecnología como rivales, muchas escuelas han adoptado modelos híbridos que combinan lo mejor de ambos mundos. Desde ANELE aseguran que “el sector editorial siempre ha estado convencido de que la tecnología ha llegado para quedarse, y que los alumnos, en el mundo actual, han de ser competentes en el uso de todas las herramientas que tengan a su disposición, sin obviar ninguna”, comenta José Moyano, reforzando que la integración inteligente de ambos soportes potencia el aprendizaje.
Países como Finlandia o Singapur, que destacan por su alto rendimiento en educación, mantienen el libro de texto como núcleo del aprendizaje, complementado por herramientas digitales que ofrecen dinamismo y acceso inmediato a la información. Otro caso lo encontramos en Portugal. Su ex-ministro de educación, Nuno Crato, que es asimismo un conocido matemático y estadista, también defiende los libros de texto como parte esencial del sistema educativo. Y la mejora notable en los resultados de PISA de este país parecen darle la razón.
Continuando con informes de PISA, en España también está sucediendo algo parecido y hay algunas voces académicas que reivindican el uso del papel. Es el caso de Ismael Sanz, profesor de la Universidad Rey Juan Carlos, y de Álvaro Choi, profesor de la Universidad de Barcelona. Ambos analizaron los resultados del Informe PISA 2022, concluyendo que el uso de libros de texto en matemáticas está asociado a mejores resultados académicos.
Hasta ahora, uno de los argumentos que más se había utilizado para criticar el uso de libros de texto es el uso de recursos naturales dentro de su proceso productivo. Sin embargo, la realidad es que los libros de papel no sólo son de gran ayuda para la formación de los alumnos, ya que el papel es un producto sostenible.
Lejos de lo que se está intentando vender en los últimos años, que presenta al papel como al enemigo, el papel y el cartón tienen su origen en madera procedente de bosques gestionados de manera sostenible. Por ello, puede decirse que ambos son un producto natural, renovable y reciclable que se recicla masivamente.
Por poner algunos datos: la industria papelera utiliza menos del 3% de la superficie forestal arbolada nacional para la fabricación de papel. Sobre ello, Manuel Domínguez apunta que “los beneficios ambientales del papel forman parte de su valor intrínseco. Optar por un libro físico no solo es una elección positiva para los alumnos, sino también para el medio ambiente”.
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