Foto: Iwan Baan hparc.com.
Cuando decimos que una obra es faraónica, nos referimos a que su tamaño, sus dimensiones, o su complejidad multiplican exponencialmente a obras más atrevidas o pretenciosas. Una obra faraónica es, en el argot popular, algo imposible de hacer y, muchas veces, hasta imposible de imaginar. Es por ello que los técnicos nos guardamos mucho el usar este apelativo, pues como dice el clásico: “Mejor prevenir que curar”.
Sin embargo, en Guiza, Egipto, quizás por ser la cuna de los faraones, o por tener como elemento diferenciador las pirámides construidas por estos, se lo han tomado muy en serio y han construido el museo más grande del mundo, El Gran Museo Egipcio. Tiene unas dimensiones que desafían lo lógico y lo humano, tal vez como un intento de competir con el pasado, o de reverenciarlo a su medida.
Su ubicación no puede ser más emblemática, al borde de la meseta entre las pirámides y el Cairo, un lugar que refleja a las claras sus intenciones. Su posición se enfrenta a un desnivel de unos 50 metros, creado por el transcurrir del Nilo durante más de 3.000 años. Y su diseño ganó un concurso internacional en el año 2003 a cargo del estudio de arquitectura Heneghan Peng Architects.
Los Peng plantearon una forma alargada con zonas exteriores generosas, con jardines que irrumpen en la escena cultural del museo y que lo abrazan y rodean. Una creación que corrió a cargo de la empresa paisajística West 8. Estos quisieron rendir tributo a la historia natural del país, a su flora y a los enormes trabajos que pasaron sus agricultores para generar víveres en un espacio tan árido.
El tributo, tanto en los jardines como en el edificio, se gesta a través de una figura geométrica concreta, el triángulo. Desde el aire, un despliegue de muros en forma de abanico dirige sus vistas hacia las pirámides de Guiza. Mientras que dentro, una parte importante del inmueble se ha ejecutado bajo suelo para salvaguardar mejor muchísimas e invalorables piezas históricas de arte egipcio.
Esta parte bajo tierra permite la resonancia perfecta y el espacio neutral necesario para que arqueólogos de talla mundial hagan su trabajo: seguir desentrañando los misterios del pasado.
En la parte alta, un gran patio o atrio en la entrada marca el rumbo de las perspectivas del interior. Este da paso a las exposiciones permanentes y las especiales, las temporales y el Depósito Arqueológico Principal.
Por supuesto, el interior es faraónico. Cuenta con unas espectaculares vistas al exterior, tanto a las pirámides como a los jardines. Y el diseño garantiza que, pese a los 100.000 metros cuadrados de superficie, los visitantes no tengan sensación de pérdida sensitiva o asfixia. El edificio está organizado para permitir al visitante disfrutar de las obras de arte.
La geometría triangular de la cubierta permite una generosa entrada de luz natural. Cuenta con cinco franjas en forma de pliegues longitudinales, que coinciden con el apoyo de elementos estructurales basados en el material constructivo más importante de las últimas décadas: el hormigón armado. Además, estos enormes muros de hormigón también generan una inercia térmica que retarda el efecto del calor, haciendo que el museo permanezca fresco.
En definitiva, El Gran Museo Egipcio posee unos 24.000 metros cuadrados de exposición, un museo infantil, salas de conferencias, salas de estudio y conservación de elementos arqueológicos. Además, por supuesto, de cafetería restaurante. Aunque lo que quitaré el hipo a los visitantes será su impresionante fachada translúcida de piedra.
Esta es un llamativo muro de piedra translúcida de unos 800 metros de longitud, en el que se alcanzan alturas de hasta 40 metros en algunos puntos. Es toda una obra de ingeniería en la que colaboró la internacional Arup. Esta cuenta en su web que hay otro muro, llamado Menjaurus, que posee una longitud de 500 metros, una altura de unos 35, y que es otro prodigio de la ingeniería.
La naturaleza del museo hace que cobre gran importancia la labor de conservación. Para facilitar el trabajo a científicos y arqueólogos, el complejo posee un pasillo subterráneo de unos 220 metros de longitud. En él, fuera de los curiosos ojos de los visitantes, piezas irrepetibles de la historia de Egipto y de la humanidad, transitarán seguras.
El museo es todo un hito. Ha tenido un coste aproximado de 866 millones de euros, y un diseño francamente audaz y significativo. Destacan las estrategias evidentes y útiles de enfriamiento pasivo, como la utilización de grandes masas de hormigón para generar inercia térmica, enrejados metálicos para la disipación del calor y un gusto por los espacios grandes casi onírico. En fin, habrá que ir a visitarlo.
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