(Foto: Tim Hursley)
Los lugares en los que pasamos parte de nuestro tiempo son importantes. Nos vinculan a espacios, nos invaden sus colores y olores, nos permiten mantener la concentración o nos ayudan a tener el ánimo en alto, en los mejores momentos. Es por ello que, tratándose de espacios de formación, deben ser tratados con especial exquisitez, imagina la responsabilidad de los arquitectos que diseñen espacios para… ¡otros futuros arquitectos!
Les tocó a Grafton Architects, estudio fundado por Yvonne Farrell y Shelley McNamara, ganadoras del premio Pritzker el año 2020 y las primeras mujeres en recibir este galardón en conjunto. A ellas les encargaron el edificio para el Diseño y la Innovación de Materiales de la Universidad de Arkansas, en Fayetteville. Por cierto, su nombre es: Centro Anthony Timberlands.
Para más inri, escogieron un material audaz para el encargo. No por su escasez ni por su falta de cualidades, audaz debido al tipo de encargo, en el que siempre ha predominado el uso de otro tipo de materiales. Ese material es la madera maciza, con la que han confeccionado un edificio robusto y rotundo (RR) pero dinámico. Todo gracias a su forma rítmica, que se acompaña con un tejado angular y cuatro fachadas totalmente diferentes.
El edificio posee una superficie de 4.180 metros cuadrados, sobre una planta de 1.100 metros cuadrados. Esto permite adivinar cuán variable es la altura del interior, con partes tan altas que sirven de atrio interior, permitiendo la entrada de luz y ventilación en cualquier parte de la construcción. Obviamente, tratándose de un taller de materiales el aula principal se ubica en la planta baja, con techos a doble altura y con vistas al aula en la planta superior.
Las cuatro plantas poseen distintos usos. La planta baja es un taller, las dos plantas siguientes poseen aulas, salas de estudio y zonas multifuncionales para conferencias y eventos de presentación. Esta comunicación entre la sala taller y las aulas es, de facto, muy audaz. Allí se comunican espacios donde se trabaja con maquinaria (y, por lo tanto, con ruido) y espacios donde debe reinar la paz y el silencio.
El taller, la zona de contacto de los estudiantes con materiales, formas de utilizar los mismos y experimentar con ellos. Pasa a ser la pieza principal del fascinante mundo del estudio arquitectónico. Para mi gusto, todo un acierto que hará mejores o, al menos, más audaces, a los profesionales del futuro. La arquitectura es un arte que bebe del conocimiento de los materiales que se utilizan en ella.
Por ello, este edificio tiene una fabulosa envolvente de madera, con toda su estructura compuesta por ella. Tiene vigas que alcanzan hasta los 12 de longitud y uniones de todo tipo en los distintos encuentros que se forman, al confluir los diferentes paramentos. Hay columnas que no podrías llegar a abrazar, con un metro de ancho, y que se elevan en sus cuatro plantas útiles. Todas con vigas preparadas para soportar una grúa de cinco toneladas (necesaria para el taller).
El interior, o una parte importante, se “libra” de la ubicación de más pilares gracias a la imponente cercha de elementos estructurales de madera (aquí hicieron un poco de trampa y ubicaron elementos de acero revestidos de madera laminada, sshhhh, es un secreto… 😉). Esta cercha contribuye al soporte de los niveles superiores de las aulas y del auditori. Y permite, además, que los alumnos disfruten de su audacia constructiva.
Por supuesto, las fachadas de este Centro Anthony Timberlands se han gestado para aprovechar al máximo la luz solar pero sin incidir demasiado en el interior. Esto evita incomodidades que genera la la luz directa. La cubierta, abrupta, responde a soplo de los vientos de la zona y sus intensas lluvias. La cubierta se confeccionó con paneles metálicos, siempre prácticos, ligeros y económicos, para un edificio que requería un replanteamiento del coste.
Porque sí, el edificio comenzó su construcción durante la pandemia que puso en punto muerto nuestras vidas. La pandemia generó un aumento de costes en la construcción (así como en otros sectores) e intervino directamente en que el edificio que os mostramos en imágenes pasara de un coste inicial de 21 a 43 millones de dólares (18 a 37 millones de euros), una diferencia brutal.
Arkansas es famosísima por sus industrias madereras. No obstante, el edificio se construyó con madera de Austria, de la empresa Binderholz, también muy conocida en el gremio por sus importante puesto en la industria de este material. Entre otros motivos, se alega que no se dio abasto con la madera local. Estaban ejecutando otras obras de gran calado, así que se puede decir que la obra genera sinergias a prueba de madera (perdón por el chiste malo).
Estudiantes que tendrán experiencias únicas en un edificio gestado para su época, para un futuro mejor (medioambientalmente hablando). Ccn dinámicas que les sorprenderán, con espacios inauditos, como una terraza en la que poder gestar experiencias constructivas, tanto personales como profesionales. El futuro debe estar al nivel de las personas que lo van vivir. Y estar personas preparadas para gestar un futuro aún mejor que el que han vivido.
Fotografías cortesía de Tim Hursley
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