(Foto: Gtres)
Virginia Louise Roberts nació en 1983 en California. Creció en Florida y tuvo una infancia complicada y repleta de episodios dramáticos. Ella misma reconoce en su libro recién publicado, Nobody’s Girl, como su propio padre abusó sexualmente de ella.
Conocida mundialmente como Virginia Giuffre, acabó suicidándose el pasado mes de abril después de tener el arrojo y la valentía de denunciar los abusos a los que fue sometida siendo menor de edad por el depredador Jeffrey Epstein y su pareja Ghislaine Maxwell en su diabólico club sexual.
Un entramado del que el príncipe Andrés se convirtió en uno de sus clientes preferentes. Así quedó reflejado en febrero de 2022, cuando el hermano de Carlos III evitó sentarse en un banquillo de los acusados pactando un acuerdo económico con Virginia Giuffre.
Giuffre le acusaba de agresión sexual y daños emocionales cuando ella tenía 17 años. En su libro, Giuffre afirma que tuvo relaciones sexuales con Andrés en al menos tres encuentros clandestinos organizados por Jeffrey Epstein y su novia Ghislaine Maxwell. Los sucesos tuvieron lugar en las residencias que el financiero tenía en Londres, Manhattan y en su isla privada de las Islas Vírgenes.
Por el primero de esos encuentros Epstein le pagó 15.000 dólares. En el libro revela como el condenado por delitos sexuales con menores en 2008 exigió a la joven Virginia que practicara con Andrés los mismos juegos sexuales violentos que hacía con él. Giuffre reconoce en el libro que por ello muchas veces creyó morir como “esclava sexual”.
El pacto confidencial entre Virginia Giuffre y el príncipe Andrés nunca fue revelado, pero medios británicos creen que estuvo entre los 13 y los 16 millones de dólares. Al parecer, Isabel II financió una parte o todo.
El legado póstumo de Virginia Giuffre lo ha recogido su familia. En concreto Steven Roberts, su hermano, quién está denunciando pasajes concretos que afectan al príncipe Andrés y que hasta ahora eran desconocidos. Como que el miembro de la realeza habría contactado con miembros de su escolta privada o de la policía para recabar información sensible sobre la entonces demandante y así presionarla.
Un asunto que Scotland Yard ha confirmado que está investigando activamente y que podría llevar al banquillo, esta vez sí, al miembro más oscuro de la familia real.
La presión en los últimos días sobre el príncipe Andrés es de tal calibre que todo en su entorno se va desmoronando como un castillo de naipes. El fin de semana renunciaba a los pocos títulos que Isabel II le permitió conservar tras el pacto judicial con Giuffre. Ya no es duque de York ni tampoco miembro de la Orden de la Jarretera, la orden de caballería más antigua y de mayor rango en Gran Bretaña.
Además se ha sabido que al parecer no abona el alquiler de la mansión de 30 habitaciones en Windsor donde vive junto a su exesposa Sarah Ferguson. Aunque blindó por contrato el arrendamiento con su difunta madre hasta casi final de siglo, el príncipe Andrés podría abandonar Royal Lodge en breve.
Entre otras cosas porque el príncipe William y su esposa, Kate Middleton, estarían ejerciendo una presión ética inmensa, antes de que la pareja se mude a su nueva residencia en Windsor. Ambos quieren convertir la zona en su residencia oficial incluso cuando William acceda al trono y tener al príncipe Andrés y todo su pasado allí no resultaría muy cómodo. Cuanto más lejos, mejor.
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