Foto Unsplash @maxlarochelle
Después de una pandemia, de que el mundo se detuviera, de que las calles se quedaran vacías, de que el ruido de los coches desapareciera y los animales camparan a sus anchas… Todo puede ocurrir. Decía mi portero: “A mí, si me cuentan que nos invaden los marcianos, pues ahora me lo creo. ¿Tú no?”. Yo nunca he dicho que no a los de fuera, más bien me apetecería que otros aparecieran para ver si la diversidad comienza a ser un hecho y no una reivindicación. No sé si la pandemia ha provocado que abramos la mente o ha multiplicado las papilas de nuestros miedos.
La principal amenaza ahora parece que no es un virus, sino una gran tormenta que podría dejarnos sin luz durante semanas. Los austriacos comienzan a tomar medidas al respecto, no les vaya a ocurrir como con el Covid-19, que nadie sabía cómo afrontar un confinamiento. Esta semana no he dejado de leer artículos llenos de recomendaciones para poder sobrevivir a un tiempo sin luz eléctrica.
“¿Qué debemos tener en casa?” Mi portero, que se entera de todo, me lo ha preguntado. “¿Has oído que nos vamos a quedar sin electricidad? ¿Y qué vamos a hacer?”. Me lo he quitado de encima, lo mismo que hice cuando me alertó de la pandemia y no le creí. Lo mismo que cuando me dijo que llegaba una nevada tremenda en Madrid… y me encontré con Filomena.
“No digas más, José Antonio, que empiezas a parecerte a Nostradamus”. No sabe quién es. “¿Un hindú? Me río con él. Le cuento que es un señor que adivinó desastres que ocurrirían en el mundo, incluso le puso fecha al final de los finales. Se ríe conmigo mientras limpia el perímetro de su calle. Lo hace cada mañana a la misma hora. Él barre y yo saco a los perros. Así llevamos unos cuantos años. Nos esperamos para saludarnos y reflexionar un poco sobre lo que surja. “No te rías que han dicho que se viene una tormenta que nos va a dejar sin nada. Yo ya me estoy preparando”.
Puede que en este cuento de vida que nos ha tocado vivir, él sea la hormiga y yo la cigarra. De momento vivo conscientemente de espaldas a un posible desastre. No deseo prepararme para el invierno, porque el anterior ya fue muy largo y pesado. Ahora prefiero concentrarme en el cielo azul y las ganas de disfrutar. No tengo camping gas, ni he comprado velas, ni linternas, ni una cantidad ingente de pilas. Mi despensa no está llena de conservas para subsistir varias semanas. Puede que sea una insensata, pero me falta aliento.
“¿Y qué vas a hacer si ocurre? Mi portero insiste, por preocupación. A mi cabeza no le da por pensar en futuros apocalípticos. Está más en el ahora que nunca y… ¿No nos cuentan que esa es la verdadera filosofía? Pienso unos segundos y le respondo: “José Antonio, si hemos sobrevivido a una pandemia, podremos con todo”. Se ríe, aunque no queda convencido.
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