El triunfal regreso de Sara Sorribes, una tenista renacida
En un mundo donde el tenis profesional se mide en rankings, trofeos y maratones de tres sets, pocas historias resuenan con tanta autenticidad como la de Sara Sorribes Tormo.
La tenista castellonense Sara Sorribes, de 29 años, ha anunciado su vuelta a las pistas el próximo 17 de noviembre, tras siete meses de ausencia voluntaria dedicada a su salud mental. No es un regreso impulsado por la presión de un Grand Slam o la codicia de un premio en metálico, sino por un placer puro y renovado: el de golpear la pelota con la libertad de quien se ha reencontrado consigo misma.
“Lo hago con otra mirada, volví simplemente por placer”, declaró Sorribes en una emotiva carta. Un manifiesto que no solo marca su retorno, sino que ilumina un camino necesario para el deporte de élite.
Un talento joven que regresa a la competición
Sara Sorribes, nacida el 8 de octubre de 1996 en La Vall d’Uixó (Castellón), es un ejemplo vivo de perseverancia y talento forjado en la tierra valenciana. Desde que se convirtió en profesional en 2012, con apenas 15 años, ha escalado el circuito WTA con un juego sólido desde el fondo de la pista, caracterizado por su resistencia física y una mentalidad de guerrera.
Su pico en el ranking individual llegó en febrero de 2022, cuando alcanzó el número 32 del mundo, un hito que la consolidó como una de las españolas más consistentes de su generación. En dobles, su versatilidad brilla aún más: ha ganado varios títulos, incluyendo el bronce olímpico en París 2024 junto a Cristina Bucsa, un logro que selló su legado en la historia del tenis español.
Una tenista versátil con un estilo propio
Su palmarés individual incluye dos trofeos WTA: el de Guadalajara en 2021, donde derrotó a rivales de peso en una semana inolvidable, y el de Cleveland en 2023, demostrando que podía competir en superficies variadas y contra estilos agresivos. Pero más allá de las estadísticas –ocho finales en individuales y varias más en dobles–, Sorribes ha sido una embajadora del tenis accesible.
Su estilo no es el de las potentes saques de una Sabalenka o las filigranas de una Swiatek. Es el de una jugadora que construye puntos con paciencia, defendiendo lo indefendible y contraatacando con precisión quirúrgica. En un deporte cada vez más dominado por la velocidad, su enfoque ha inspirado a miles de aficionados que ven en ella un reflejo de su propia lucha diaria.
Un amenazador agotamiento silencioso
Sin embargo, detrás de esa fachada de tenacidad yacía un agotamiento silencioso. En abril de 2025, Sorribes tomó una decisión radical: pausar su carrera indefinidamente. “Quería contaros que he decidido tomarme un tiempo. Un tiempo para mí, para mi cabeza y para mi cuerpo”, escribió en una carta abierta que conmovió al mundo del tenis. No era un adiós forzado por una grave lesión física, como las que han lastrado a tantas campeonas, sino un alto consciente ante una crisis de salud mental.
La acumulación de presiones –torneos interminables, expectativas mediáticas, molestias físicas crónicas y una ilusión que se desvanecía– había transformado el tenis en una carga más que en una pasión. “Lo estaba sufriendo más que disfrutándolo”, confesó, abriendo una ventana a la vulnerabilidad que pocos atletas se atreven a mostrar.
sta pausa no fue un capricho, sino una necesidad vital. El tenis femenino, con su calendario asfixiante y la igualdad creciente en premios, exige un peaje emocional altísimo. Casos como el de Naomi Osaka o Simona Halep han puesto sobre la mesa el coste de ignorar la salud mental, pero Sorribes lo lleva un paso más allá.
Su historia es la de una recuperación proactiva
Durante estos meses, se alejó de los reflectores para reconectar con lo esencial. Dedicó tiempo a su familia en Castellón, practicó yoga para equilibrar cuerpo y mente, y hasta se aventuró en el mundo de la música aprendiendo a tocar el piano –una afición que, según ella, le ayudó a “silenciar el ruido interior”.
NARA Seguros, su principal patrocinador ha estado con ella en las duras horas de la enfermedad, como lo había estado en las maduras, en las horas del triunfo. Con enorme alegría han celebrado en la compañía, la vuelta de Sara a la actividad, y , sobre todo, su recuperación emocional.
Septiembre marcó el punto de inflexión
Entrenamientos sin presión, risas en la pista y una confianza que renacía como una semilla regada tras la sequía. “Han sido meses muy especiales, pero sentía que quería volver”, explicó en su anuncio de regreso. Habla de ser “más amable conmigo misma”, de normalizar el pedir ayuda y de transformar la autoexigencia en autocompasión. No menciona rankings ni objetivos inmediatos; en cambio, enfatiza el disfrute: “Vuelvo por placer, con otra mirada”.
Sus palabras resuenan como un himno a la resiliencia, recordándonos que el deporte no es solo sobre ganar, sino sobre sostenerse en pie. Este regreso llega en un momento pivotal para el tenis español. Con Paula Badosa recuperándose de sus lesiones y Garbiñe Muguruza, referente histórico ya retirada, Sorribes podría catalizar una nueva ola de conciencia sobre el bienestar.
Su primera cita será un torneo selectivo, probablemente en Europa, donde podrá calibrar su forma sin la lupa de uno de los grandes. Expertos como su propia entrenadora, Silvia Soler, destacan su evolución mental: “Sara regresa más fuerte, no solo físicamente, sino en esencia”.
Sara es ya un ejemplo a los que se enfrentan con valentía a la problemática de la enfermedad mental, no solo entre los deportistas de élite, sino en tantas personas en su día a día. Un fresco impulso para dar visibilidad a un serio problema.
