Cristina Estébanez: “Hay pocas cosas más importantes que perder el tiempo con los niños”

Hoy entrevistamos a Cristina Estébanez, fundadora y directora de Misnoûs: The School of Thought. Una startup educativa creada para conectar a profesionales de distintos campos e introducir la cultura y la naturaleza en sus vidas.

Giuseppe Tringali. 15/10/2025
Foto: Cedida

Doctora en Filología por la Universidad Complutense de Madrid y por la Sapienza Università de Roma y magíster en formación de profesores, Cristina Estébanez ha trabajado en universidades y centros de estudio en España, Alemania y Estados Unidos.

También imparte seminarios de profesores para introducir la naturaleza como una asignatura transversal a través de las artes; organiza cursos humanísticos y es autora de múltiples artículos y libros sobre educación y cultura. 

The Luxonomist: ¿Cuál fue la motivación principal que te impulsó a escribir “La escuela de la naturaleza”?

Cristina Estébanez: Hacía tiempo que quería escribir este libro para ofrecer una alternativa a una educación rodeada de pantallas. Esa alternativa la encontré en una escuela milenaria para la vida: la naturaleza, en contacto con la literatura.

La escuela de la naturaleza está dedicado a esos padres y profesores que luchan a diario por introducir, en sus clases y en sus casas, una educación más humana y natural. Una que equilibre las horas que pasamos -niños y adultos-delante de las pantallas. Piensa en esa escena del niño que repite una y otra vez la misma pregunta a un padre ensimismado con su móvil. Nos falta, a todos, levantar la cabeza y mirar, sin filtros, a nuestro alrededor.

“Nos falta levantar la cabeza de las pantallas y mirar a nuestro alrededor”

TL: ¿Cómo definirías el papel de la naturaleza frente a la influencia de las pantallas en la educación actual?

Cristina Estébanez: La naturaleza es sanadora, sabia y superior a nosotros. Tenemos la oportunidad de educar a nuestros niños rodeados de una naturaleza que enseña virtudes que escasean hoy: la paciencia, la fortaleza, la generosidad, la sensibilidad artística, la seguridad en uno mismo y el respeto por los de al lado. Y esas son grandes virtudes que las pantallas no enseñan.

Te pongo un ejemplo del libro en el que el lector se encuentra un día deambulando por las calles de Nueva York, con carteles luminosos, turistas en rebaño y taxis amarillos en un atasco. Al día siguiente, camina por las colinas de Delfos rodeado de naturaleza y literatura y se da cuenta de que el sonido de su vida cambia, su olfato cambia, la mirada cambia, hasta su gusto cambia. Ese es el papel de la naturaleza frente a las pantallas en la educación actual.

“Las artes y los deportes son aliados perfectos de la naturaleza”

TL: ¿El libro promueve educar a niños “lejos de las pantallas”. ¿Qué prácticas concretas propones para lograrlo dentro y fuera del aula?

Cristina Estébanez: Hace unos días pasé por delante del Parque del Oeste en Madrid y me encantó ver a un grupo de chicos sonriendo a su profesor en una clase al aire libre. En La escuela de la naturaleza hay este tipo de actividades y pautas pedagógicas para educar lejos de las pantallas y que los niños y los adultos disfruten.

Tenemos visitas a mercados de frutas y verduras, bailes de cuento en un bosque, actividades de exploración, búsqueda de huellas, álbumes de sonidos, olores y sabores. Hay juegos de relevos, ejercicios de reflexión y meditación, gráficas de temperaturas, exploración de planetas, actividades con paraguas y katiuskas para hacer en un día de lluvia. También hay recetas de mermelada y mapas artísticos con versos de Lorca. Porque las artes y los deportes son aliados perfectos de la naturaleza.

“Cuando los niños conecten con la naturaleza, la admirarán”

TL: ¿Cómo puede la naturaleza ayudarnos a enseñar valores como la paciencia, la autonomía y la crea,vidad? ¿Podrías mencionar ejemplos del libro?

Cristina Estébanez: Mi propuesta es que los niños interioricen esos valores cuando se identifiquen con la naturaleza. Cuando conecten con ella, la respetarán y admirarán como a sus profesores favoritos. Aprenderán de sus enseñanzas.

Entenderán que hay que tener paciencia para que las semillas broten y den flores y frutos, como el Principito con su rosa. Comprenderán que es importante saber hacer las cosas por uno mismo, descubriendo, como el elefante de Kipling, las sorpresas y los inconvenientes de la vida. Aprenderán a ser creativos en una naturaleza artista y maestra del ingenio. Como esa Alicia que no da puntada sin hilo en cada frase del país de las maravillas.

TL: Usas “Alicia en el País de las Maravillas” y otros relatos como inspiración. ¿Qué aporta la literatura clásica a esta nueva educación en la naturaleza?

Cristina Estébanez: La literatura clásica aporta equilibrio para nuestras vidas. Al igual que ocurre con la naturaleza, los niños pueden identificarse con sus personajes de cuento. Se sienten grandes como Alicia, soñadores y sonrientes como el Principito, exploradores y valientes como Nils Holgersson, traviesos como el rinoceronte de Kipling, amorosos y solidarios como los ancianos árboles de Ovidio. Siempre rodeados de naturaleza.

En mis clases la literatura forma parte del juego. Todos aprendemos con anécdotas de vida de grandes hombres y mujeres de la historia. Y he comprobado que esto ocurre con los niños y jóvenes en sus centros educativos. Pero también con los adultos en sus programas de formación.

La literatura es una gran maestra de asignaturas como el paso del tiempo, los enredos del amor, las virtudes del arte, la tolerancia del viaje, la importancia de la educación… Todos ellos, temas recogidos en las páginas de La escuela de la naturaleza.

“Educar a los niños para ser buenas personas es el paso previo para educar a grandes alumnos y prometedores profesionales

TL: ¿Por qué consideras fundamental enseñar a los niños a “perder el tiempo con sentido”?

Cristina Estébanez: Perder el tiempo con los niños es parte del plan. Tenemos tan interiorizadas frases como “no pierdas el tiempo” o “el tiempo es oro” que nuestros niños cumplen sus horarios con actividades extraescolares, planes de ocio y horarios marcados al minuto.

Hasta la Alicia de Lewis Carroll le dice al Sombrerero que prefiere no perder el tiempo hablando del tiempo y emplearlo en otras cuestiones más importantes.

En la vida hay pocas cosas tan importantes como perder el tiempo con los niños. Dar un paseo sin compras o sentarse en un parque sin mirar el móvil no es una pérdida de tiempo. Necesitamos aprender a sosegarnos y a perder el tiempo, porque hace tiempo que no perdemos el tiempo. Y así nos va.

TL: ¿Cuáles son las principales competencias que buscas desarrollar en los niños a través de esta guía?

Cristina Estébanez: Competencias lingüísticas, científicas, culturales, lúdicas, ciudadanas, artísticas, tecnológicas, de emprendimiento, etc. todas señaladas en apartados didácticos muy visuales al comienzo de cada capítulo. Pero la competencia más necesaria, en mi opinión, es la del conocimiento personal. Una competencia para enseñar a los niños a conocerse mejor a sí mismos, a valerse por sí mismos, a estar satisfechos con los actos que hacen por los demás y por sí mismos.

Me decía el otro día una periodista que la lectura del libro le había hecho pensar en la necesidad de educar en los valores de otros tiempos. Creo que hoy es muy necesario educar a los niños para ser buenas personas, que es el paso previo y necesario para educar a grandes alumnos y prometedores profesionales.

“Recibir sin dar nada a cambio es la lección más antigua de la naturaleza”

TL: El amor y el arte ocupan capítulos esenciales del libro. ¿Cómo se integran estos valores en el día a día educativo?

Cristina Estébanez: Pues creo que igual que deberían integrarse en nuestro día a día, porque son capítulos esenciales de nuestra vida. Respecto al arte, La Escuela de la naturaleza viaja hasta la Florencia de los Medici en el momento en el que Miguel Ángel abre las puertas del jardín de San Marcos y se encuentra con los mayores pintores, poetas, pensadores y eruditos del momento. La ciudad se ha convertido en un centro neurálgico de poder a través del Arte, que es un ejemplo que debería darnos pistas para educar a niños y adultos de hoy.

Sobre el amor, el poeta latino Ovidio tiene la clave: dar sin recibir nada a cambio, que es la lección más antigua de una naturaleza que siempre nos da y nunca nos pide. Eso es lo que representan los dos protagonistas del segundo capítulo del libro, Filemón y Baucis. Su hospitalidad y cariño les convierte en dos árboles unidos para siempre entre sus ramas.

TL: ¿Qué consejo darías a padres o profesores que ven difícil desconectar a los niños de las pantallas?

CE: El mismo consejo que aparece a lo largo del libro: predicar con el ejemplo. Queremos que nuestros niños se alejen de las pantallas cuando nosotros, lo primero que hacemos por las mañanas, es encender el móvil. Debemos hacer un esfuerzo por despegarnos del móvil si queremos desconectar a los niños de las pantallas.

Pero además de predicar con el ejemplo, es importante ceder el protagonismo a la naturaleza. Vivimos en un país con buen clima. Los programas escolares podrían integrar en sus propuestas más clases en los parques, más excursiones a la montaña y más recreos, deportes y juegos diarios en los patios y zonas verdes cercanas. Es también una cuestión de salud física y mental.

“En la escuela de la naturaleza hay que querer cambiar el sofá por un paseo al aire libre”

TL: ¿Crees que la “escuela de la naturaleza” es aplicable en contextos urbanos? ¿Qué adaptaciones sugieres?

CE: Claro que sí. Cada vez somos más conscientes de la necesidad de espacios verdes en las ciudades. El año pasado estuve en casa de unos amigos en Copenhague y aún nos queda un gran camino para que nuestras cocinas tengan siete cubos de reciclaje o que en los tejados de edificios públicos haya huertos comunitarios o una pista de esquí. Pero cada vez veo más gente en España incorporando la naturaleza a su día a día.

La mejor adaptación es que cada uno conozca y respete la naturaleza que le rodea y para eso hace falta educación. Una educación que nos enseñe, a niños y adultos, a conocer de cerca la naturaleza. En los seminarios de formación de profesores que organizo en distintos centros educativos proponemos clases de naturaleza como una asignatura transversal. Se habla, desde la esperanza, de una naturaleza que un día nos da cobijo y otro nos lo quita. Utilizamos cuentos de animales en peligro de extinción, podcasts con nuevos términos climáticos, proyectos de arte con desperdicios, debates sobre consumismo. Y la participación de profesores y alumnos es un soplo de aire fresco.

TL: Desde tu experiencia, ¿cuáles son los mayores retos y las mayores recompensas al llevar la educación al aire libre?

CE: El mayor reto es cambiar la inercia de las cosas. La educación de hoy se desarrolla, mayoritariamente, en espacios cerrados. Los niños pasan muchas horas en las sillas de sus clases y en los sofás de sus casas. Pero la educación en la naturaleza exige movimiento, observación activa, dinamismo, sensación de libertad, de respeto, de incomodidad. Hay que estar dispuesto a cambiar de vez en cuando el sofá, la manta y la peli por una caminata por el bosque para recoger moras.

¿Las mayores recompensas? Rodearse de naturaleza te cambia el carácter y te cambia la vida. A mí me cambió la vida ir a un colegio con clases al aire libre. Como profesora he utilizado ese mismo método, el de la Institución Libre de Enseñanza, con recompensas que no se olvidan. Y cuando fundé mi start-up educativa en Estados Unidos seguí con esas recompensas en reuniones al aire libre (los “walking meetings” decían) aprovechando su clima tropical.

La cultura une, abre la mente, crea relaciones, engancha

TL: ¿Qué cambios esperas ver en la educación de aquí a diez años si se incorporan más experiencias ligadas a la naturaleza?

CE: La educación tiene el poder de cambiar el mundo. Es una frase muy ambiciosa, pero es real. Muchos profesores nos encontramos por la calle con alumnos que siguen recordando tus clases.

Si en diez años, y gracias a una educación en la naturaleza, conseguimos que los niños de entonces se hayan convertido en unos jóvenes más cívicos y responsables podremos estar contentos. Si conseguimos a jóvenes menos ansiosos y más sosegados con su estilo de vida gracias a sus actividades de deporte y ocio en la naturaleza, podremos estar satisfechos. Y si conseguimos a jóvenes más amables y amorosos gracias a sus lecturas y a sus trabajos para la comunidad en la naturaleza podremos estar orgullosos.

TL: ¿Qué ambición tiene Misnoûs creada para conectar a profesionales de distintos campos e introducir la cultura y la naturaleza en sus vidas?

CE: La idea de Misnoûs surgió en Miami entre la naturaleza y la literatura. Conocí a grandes profesionales del sector financiero, tecnológico, artístico, editorial, deportivo y organizamos los primeros encuentros en jardines públicos, galerías de arte al aire libre, espacios coworking con grandes ventanales al exterior. Quería conectarles a través de sus experiencias profesionales y personales con un “networking cultural” en el que compartían sus propios retos mientras hablábamos de ejemplos de vida como Rafa Nadal, Michelle Obama o Jorge Luis Borges, entre otros.

La cultura – y esa es la ambición de Misnoûs- une, abre la mente, crea relaciones, engancha. De ahí mi interés por la formación continua de profesores y directivos, porque son grandes altavoces para la educación de nuestros niños. Esos niños que mañana liderarán el mundo.

Últimas noticias

Subir arriba