Foto: La Reinosa
Hay algo de romántico en el hecho de querer compartir con los demás de dónde vienes. Porque forma parte de lo que eres y de lo que quieres transmitir. Si trasladamos esto a la gastronomía, el resultado son bares o restaurantes con alma, como el que Javier Cámara (nada que ver con el actor) puso en marcha hace cosa de un año en Madrid. Un lugar al que llamó La Reinosa, en honor al pueblo cántabro del que proviene, y que de una forma casi silenciosa se ha convertido en un must del ocio “gastro” a los pies del Bernabéu.
Gran parte de su éxito se lo debe a su terraza exterior, amplia y luminosa; y a su cocina, abierta de 11:00 a 00:00, con opciones para satisfacer a clientes de todos los perfiles. Tal y como nos cuenta su jefe de sala, es fácil ver en La Reinosa tanto a padres con niños que alargan el aperitivo con raciones en un “mood” informal, como a trabajadores de la zona de Azka aprovechando el afterwork de los viernes.
Además, claro, de quienes buscan una cocina sincera y sabrosa, ya sea “respetando” los horarios de comidas o guiándose por los del todopoderoso fútbol.
En cualquier caso, son comensales que vuelven (o así deberían hacerlo). Porque La Reinosa es un restaurante muy agradable donde se come realmente bien. Su interior, con una decoración sencilla y muy elegante, invita a la conversación tranquila, al deleite y la desconexión.
Pero volvamos al principio, porque La Reinosa nació, sobre todo, como un restaurante con propósito. El de traer a Madrid recetas familiares y un pedacito de Cantabria para hacer disfrutar a los comensales de una cocina reconocible y de producto.
Así, en su carta destacan platos típicamente cántabros. Como las rabas de calamar (con un alioli exquisito), las anchoas con pan de cristal o la tortilla al estilo de Santander. Además de otros “de siempre” como las croquetas caseras, la ensaladilla de ventresca o provenientes de otras zonas de España.
Es el caso de las coquinas (buenísimas) más propias de Galicia o el Mediterráneo; la morcilla de Burgos o la tarta de queso con Cabrales (típicamente asturiana), cuyo sabor han tenido que suavizar “por sugerencia de los clientes”. A estas se suman los pescados que hacen a la brasa y terminan en el horno (espectaculares), carnes, arroces, ensaladas y platos de cuchara.
Todo es sencillo, todo es sincero, todo invita a volver. Y quizás, al saborear sus rabas, quieras ir al norte a comprobar que efectivamente las hacen como si estuvieras allí.
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