Foto: Andrés Luján
Es un hombre esencialmente feliz, porque Javier Rey ve la vida desde “el lado más chulo posible”. Su sueño era ser ciclista y ganar un Tour de Francia o la Vuelta Ciclista a España, pero su destino no era seguir por ese camino y la vida le regaló la aventura de la interpretación.
Lejos queda aquel Mateo de Velvet, que le dio popularidad, o el Sito Miñanco de Fariña, que le catapultó a la cima del reconocimiento. Camina desde siempre por la senda de personajes que le aporten novedad y no le importa tener un máster en interpretaciones complejas y atormentadas. Acaba de estrenar Singular, al lado de Patricia López Arnáiz, película de la que se siente especialmente orgulloso. Y se le nota desde el minuto cero…
The Luxonomist: ¿A qué lugar has tenido que ir para entrar en el personaje de Martín?
Javier Rey: Ha sido un personaje muy complejo para mí. No puedo descubrir mucho porque podría caer en spoilers. Me gustaría poder hablar contigo, dentro de unos años, sobre cuál fue el proceso real de Singular. Martín no es un único personaje, son bastantes personajes en uno y, de alguna forma, todos confluyen en ese cuerpo que va variando en el proceso.
Hay pequeñas sutilezas que a lo mejor no entiendes al principio, pero que vas comprendiendo a medida que avanza la película. Me he tenido que ir a muchísimos lugares diferentes, porque tenía que tener muy claro que había muchas personalidades diferentes, no solamente una. Y ¡ufff! eso me puso entre la espada y la pared muchas veces.
TL: Sobre todo porque supongo que sigues siendo tan concienzudo en la preparación de tus personajes. Espero que lo hayas dejado en el set de rodaje por el bien de la convivencia…
JR: Eso es verdad, no he cambiado nada. Este rodaje es de los más complejos que he tenido que hacer, pero en cambio el proceso probablemente ha sido de los más amables.
Tuve mucho tiempo para preparármelo, cosa que no es muy habitual en el cine últimamente. Eso me hizo llegar al set de otra manera, con otro poso y seguridad. Se generó una dinámica de trabajo muy sana con el equipo y se creó un ambiente muy lúdico, dentro de lo que nos costó a cada uno interiorizar los duelos de cada uno de los personajes.
TL: Eres padre y coincidirás conmigo en que la sensación de perder un hijo debe ser algo devastador. Martín pone remedio a eso, pero no vamos a adelantar cómo. ¿En su situación, en el caso de poder hacerlo, recurrirías a lo mismo?
JR: Sin duda alguna, perder un hijo lo debe ser. No tengo la capacidad de responder si haría lo mismo, pero sí puedo comprender que, de alguna manera, un ser humano intente rememorar los días en los que fue más feliz, de la misma manera que otro, como es el caso del personaje de Patricia, luche por encontrar la luz.
Martín se esfuerza en quedarse en el sitio previo al gran dolor de su vida. Es bastante comprensible eso porque entiende que su vida no tiene sentido más allá de aquello donde se sintió feliz.
TL: ¿Cómo se gestiona el dolor?
JR: Gestionar el dolor es algo tan sumamente abierto que cada uno tendríamos una manera diferente de ponerlo en práctica. Es una de esas emociones primarias que salen por sí solas. Es imposible dominarlas, tengas el discurso que tengas. Sin embargo, para los actores, es una de las grandes vaselinas para poder trabajar.
TL: ¿Es más difícil administrar ese dolor o la ausencia?
JR: La verdad es que no sé qué decirte… La ausencia te puede provocar dolor. No lo sé, de verdad. Son emociones y situaciones demasiado genéricas, que cada uno intenta resolver en la vida, tanto en los momentos buenos como en los más complicados. Imagino que cada persona tiene diferentes patrones que le llevan a diferentes lugares emocionales.
Yo siempre pienso que la vida es muy bella, incluso en los peores momentos y, a veces, se nos olvida el privilegio que es estar vivos, ser conscientes y tener cierto control sobre nuestras vidas. A mí eso me engancha, me alza mucho y es mi manera de ver todo. Ojalá viviera 185 años…
TL: ¿Volver al lugar de ese dolor es sanador?
JR: Martín quiere volver al lugar previo al dolor y ¡claro que es sanador! Si yo te digo que te pueden dar una pastilla, tipo Matrix, que te hará viajar a un lugar en el que tú fuiste feliz, no me dirías que no…
TL: No te creas, porque al regresar todo sería como antes…
JR: Pero al menos reviviste esa felicidad. Martín lucha por vivir ese momento que le hizo feliz. Es muy jugoso eso.
TL: ¿Cómo convives con la IA? A mí, hasta cierto punto, me da un poco de miedo…
JR: Soy analógico. He investigado un poco para que saber dónde me estoy moviendo. No le encuentro demasiadas utilidades a mi vida. Lo veo con un cierto grado de distancia. No le tengo miedo a la IA, le tengo miedo a los seres humanos que la utilizan. Al final es como todo.
Todo lo que nos ayude a prosperar, a mejorar, a encontrar enfermedades, a diagnosticar cosas, ayudar a la gente, obtener información y llegar a lugares a los que antes no llegabas… Es decir, facilitar la vida del ser humano está muy bien, lo que pasa es que ese ser humano tiene una vertiente peligrosa que, muchas veces, te ofrece las cosas de manera regulera, dejémoslo ahí.
TL: Singular nos hace pensar sobre muchas cosas de la vida. Por ejemplo: ¿Llegamos a conocer de verdad a quien tenemos al lado?
JR: Me imagino que no, porque entonces la gente no se llevaría sorpresas con la gente que tiene alrededor. Todos tenemos secretos, pero bien es cierto que hay matices también en eso. Hay secretos y secretos.
TL: Igual que Martín, ¿piensas que los hijos tienen una conexión diferente y especial con las madres?
JR: Opino que el amor es el lenguaje, así como el estar y el acompañar más allá de papá, mamá, biológico o no. Da igual, es el amor el que manda. Cuando uno se siente amado y querido de manera auténtica, va a devolverlo de igual manera. Todo se reduce a la calidad del amor que uno ofrece.
TL: Haciendo memoria, lo último que he visto de ti ha sido 8, La última noche de Tremor, La mujer dormida. ¿No pides a gritos una comedia?
JR: En febrero estreno una comedia de María Ripoll, El fantasma de mi mujer. Quería ya una comedia, la necesitaba. Cada uno tiene su gusto, por un cierto tipo de personajes que te llevan a diferentes lugares muy interesantes. Pero es verdad que intento tener una carrera lo más diversa posible, que un trabajo no se pegue con el anterior. Aunque compartan género en algún momento, procuro que los personajes no sean similares porque es lo que me puede dar una larga carrera. En eso me muevo.
A un personaje hoy le pido novedad, que me sorprenda, que cuando lea el guion no sea predecible y que sea lo suficientemente interesante como para que me tenga que esforzar mucho en prepararlo y levantarlo. Quiero vivir muchos años más y hacerlo divirtiéndome con lo que hago. No me interesa vivir de rentas del pasado, por eso siempre quiero pensar que lo mejor está por venir. Solo miro atrás para ubicarme donde estoy.
TL: Eres un experto en personajes atormentados…
JR: Puede ser, pero no te olvides de que, de vez en cuando, pongo un poco de color por el medio (risas).
TL: Si pudieras hacerlo, ¿qué le dirías al niño que se quedó atrás?
JR: No le digo nada para que haga lo mismo que hice. Como le diga algo, igual va y me lo cambia todo (risas) Esa cosa de regreso al futuro para ir atrás para cambiarlo ¡ahí no pico!
TL: Tres palabras que definan el momento que estás viviendo…
JR: A día de hoy es un momento muy feliz, con calma y muy juguetón. Me encuentro en un momento disfrutón. Tengo trabajo, un perfecto control sobre lo que hago, mi gente está sana. Lo más básico que me puede provocar felicidad está colocado, por eso me siento en ese lugar de calma y tranquilidad.
TL: ¿Lo mejor que te gustaría escuchar de ti?
JR: ¿De mí? Depende del contexto, la verdad. Al final, si me baso en las personas a las que quiero, que me gustan y admiro, me gustaría escuchar de ellas que soy buena gente. Tener un camino honesto, que lo que quede sean buenos recuerdos de las relaciones con las personas, más allá de los trabajos, lo que tiene que quedar es una buena energía y un buen rollo.
TL: ¿Algo que siempre dicen sobre ti y no es cierto?
JR: De mí dicen muchas cosas que no son ciertas, pero me da bastante igual. Realmente no me afecta en absoluto. Si un ser querido o un amigo dice algo, entonces sí lo valoro y lo tengo en cuenta, porque lo hacen desde el amor o el cariño. Pero si viene de alguien que no me conoce, que opina por opinar, en base seguramente a nada, no puedo perder el tiempo en eso. Hay demasiadas cosas chulas en la vida como para que pierda el tiempo dándole valor a cosas que no lo tienen.
TL: ¿La cara y la cruz de ser tú?
JR: Si te digo la verdad, no veo ninguna cruz. Soy un chico muy afortunado. Me dedico a lo que es difícil dedicarse, hay momentos en los que te reconocen lo que haces, lo que convierte a este trabajo en algo brillante. Procuro ver todo por el lado positivo y no veo cosas muy chungas por ser Javier.
TL: ¿Cuál ha sido tu antídoto para que la fama no te afecte y el ego ni te roce?
JR: Porque le doy valor a lo importante. Sé que tengo un trabajo que tiene cierto grado de exposición, que puede llevarte a rozar los temas personales en algún momento, pero como no avivo el fuego… Tengo un perfil de rodar y volverme a mi casa con mi gente. Si va bien la peli no me cambia la vida y si va mal tampoco. No me afecta nada que venga de gente que no conozco y todo lo que se salga de mi margen de control ¡ahí no entro!
TL: Ese es el secreto de tu felicidad…
JR: Podría ser, no te digo que no.
TL: ¿En el mejor de tus sueños imaginaste todo esto?
JR: Es que… como no tenía el sueño ni claro ni definido… Mi sueño era ganar el tour de Francia o la Vuelta Ciclista a España ¡imagínate!. Así que como eso está tan alejado de lo que he conseguido, veo ahora todo con ojos juguetones.
TL: No hay nada mejor que la vida te sorprenda…
JR: Sin duda, dejarse llevar e intentar ver las cosas desde el lugar más chulo posible.
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