¿Por qué hay gente que elige pasar la Navidad en soledad?

No toda persona que prefiere una noche tranquila a una macrofiesta navideña tiene un problema de apego, ni mucho menos.

Patricia Peyró. 02/12/2025
(Foto: Freepik)

Estrenado diciembre y con las Navidades prácticamente encima, casi todos nos preguntamos qué vamos a hacer en estas fechas: con quién vamos a pasar las distintas celebraciones y de qué forma vamos a repartirnos entre nuestra propia familia, la política y demás reuniones de amigos clásicas de la Navidad.  Este dilema de dividirse socialmente, sin embargo, no es universal. Hay algunas personas que, lejos de hacer planes con otros, pasarán las fiestas solos.

Y lo harán, supuestamente, porque quieren. ¿Por qué hay gente que decide alejarse de los demás? Repasamos las personalidades solitarias analizando hasta qué punto su soledad es voluntaria o, por el contrario, obedece a razones escondidas y dolorosas.

Navidad soledad (Foto: Freepik)
No son muchos, pero hay quienes elegirán pasar las navidades solos: ¿por qué lo hacen? (Foto: Freepik)

Por qué las personas necesitamos vincularnos

Los humanos somos animales sociales. Venimos al mundo programados para buscar miradas, brazos, voz y contacto piel con piel. Para conseguirlo, contamos con un sistema de apego, que es el mecanismo biológico que nos empuja de recién nacidos a buscar la protección de nuestros cuidadores.  En este sentido, el apego no tiene que ver con el cariño, sino que es un sistema de supervivencia: sin nuestros cuidadores, no estaríamos aquí.

Cuando el sistema funciona más o menos bien y nuestras figuras de apego son sensibles y predecibles, aprendemos que acercarnos a los demás es algo seguro. A partir de ahí, iremos construyendo amistades, encontraremos pareja y nos relacionaremos en grupos con relativa facilidad.

Pero cuando el vínculo temprano se vive con frialdad, rechazo o inestabilidad emocional, el cerebro aprende que acercarse también puede ser peligroso y desarrolla estrategias para defenderse. En este caso, alejándose de los demás. 

Navidad soledad (Foto: Freepik)
La soledad elegida en Navidad a veces protege de heridas de apego del pasado y de relaciones tóxicas (Foto: Freepik)

Introversión: cuando la soledad es simplemente un refugio

Antes de etiquetar a nadie con patologías psicológicas, es importante hacer una primera parada en la introversión. No toda persona que prefiere una noche tranquila a una macrofiesta navideña tiene un problema de apego, ni mucho menos. Los introvertidos disfrutan de la compañía, pero en pequeñas dosis, y además son muy selectivos.

Se sienten bien en grupos reducidos y de confianza. Necesitan ratos de soledad para recargar la conocida como batería social después de estar expuestos a la gente. No es que odien estar con los demás, sino que su sistema nervioso se satura antes. Y aunque la sociedad tienda a verlos como raros o poco participativos, es un rasgo de personalidad tan sano como cualquier otro.

Navidad soledad (Foto: Freepik)
Acompañar a alguien solitario en momentos como la Navidad es ofrecerle un lugar seguro, sin presiones ni juicios (Foto: Freepik)

Del “no necesito a nadie” al apego evitativo

El siguiente escalón en el continuo hacia la soledad serían las personas con un estilo de apego evitativo. Aquí ya no hablamos de simple introversión, sino de un patrón relacional aprendido. En muchos casos, detrás de este apego evitativo hay experiencias tempranas de frialdad, crítica y rechazo. O una disponibilidad emocional muy limitada por parte de las figuras de apego. Como consecuencia, el niño aprende que cuando muestra lo que siente, lo ignoran o maltratan.

Por ello, y para sobrevivir emocionalmente, la persona aprende a dejar de mostrar sus necesidades y a volverse autosuficiente. En este contexto, el evitativo se construye una narrativa muy convincente: “no necesito a nadie”, “estoy mejor solo”, o “la dependencia es una debilidad”. La estrategia contraria a esta (propia del llamado apego ansioso), sería el pegarse a los demás, buscando confirmación constante por miedo al abandono.

Navidad soledad (Foto: Freepik)
El trauma complejo puede convertir la mesa familiar en un lugar lleno de alarmas internas (Foto: Freepik)

El que fuera pastor y hoy es un popular divulgador sobre trauma complejo, Tim Fletcher, describe cómo muchas personas con apego evitativo aprenden a inhibirse o a comportarse como si no tuvieran necesidades emocionales, porque en su historia personal, el pedir algo fue peligroso o inútil. 

Con el tiempo, esa coraza se endurece. Y lo que al principio se creó para protegerse del dolor, la persona termina confundiéndolo con su identidad.

Empieza a creer que de verdad es autosuficiente y que el contacto le sobra. Sin embargo, bajo ese caparazón suele haber algún tipo de miedo, generalmente al rechazo, así como alguna antigua herida en la que no se ha sentido visto o valorado.

Trauma complejo: la soledad como estrategia de supervivencia

Cuando las vivencias de desconexión, rechazo o humillación se repiten a lo largo de la infancia, hablaremos de trauma complejo. Siguiendo al citado comunicador canadiense, más que un hecho aislado, se trata de crecer en un ambiente donde el peligro —físico o emocional— se hace crónico y falta una figura verdaderamente segura.

Esto deja emociones muy intensas que, en la edad adulta, funcionan como eco de necesidades que nunca llegaron a ser atendidas. Las consecuencias de esas vivencias infantiles se manifestarán después y es posible que ese niño se convierta en un adulto que huya de la intimidad, se refugie en el trabajo o se esconda detrás de una pantalla.

En realidad, Fletcher nos hace ver que el adulto no se aleja porque no le guste la gente. Estar cerca de los demás activa un sistema de alarma que le recuerda a aquellos momentos en los que acercarse fue doloroso.

Navidad soledad (Foto: Freepik)
Ese “no necesito a nadie” del apego evitativo es, muchas veces, una coraza (Foto: Freepik)

Cuando el impulso de vincularse se apaga: personalidades esquizoide y esquizotípica

En el extremo del continuo encontramos perfiles que van más allá del apego evitativo y que entran ya en el terreno de los trastornos de personalidad: las personalidades esquizoide y esquizotípica. Ambos cuadros son minoritarios en la población general y requieren una valoración clínica profesional.

La personalidad esquizoide se caracteriza por un patrón estable de distanciamiento emocional con muy escaso interés por las relaciones íntimas. Son personas que parecen vivir en su mundo y muestran poco rango emocional. A diferencia del evitativo, el esquizoide no parece experimentar un deseo oculto de vinculación. La soledad para él no es tanto una coraza como una forma de estar en el mundo.

Por su parte, la personalidad esquizotípica comparte esa soledad crónica, pero suele acompañarse de rarezas en el pensamiento o en la percepción (creencias extrañas, desconfianza paranoide, peculiaridades en la forma de hablar o vestirse). Al contrario que los esquizoides, ellos sí desean entablar contacto con los demás, pero tienen una ansiedad social tan alta que tienen grandes dificultades para manejarse con la gente, incluso en contextos conocidos.

Navidad triste
Ser introvertido no es un problema psicológico (Foto: Unsplash)

¿Hasta qué punto la soledad es voluntaria?

Cuando llega la Navidad, con su avalancha de mensajes sobre familias perfectas y abrazos sentidos, las secuelas emocionales se activan con especial fuerza. Y para quien arrastra una historia de heridas en su infancia, sentarse a la mesa puede remover una mezcla de emociones que le desborden.

Por tanto, no se trata de etiquetar a nadie porque prefiera quedarse en casa, sino de entender que, en algunas personas, el alejamiento extremo de los demás constituye una forma más de organizar un tipo de personalidad en la que se mezclan vulnerabilidades biológicas con historias de apego muy dolorosas.

Cómo acompañar a quien prefiere pasar la Navidad en soledad 

Si tienes cerca a alguien que suela desaparecer en Navidad, quizá la mejor forma de acompañarlo no sea insistiendo en que vaya a todas las cenas, sino ofrecerle un vínculo afectivo seguro y sin presiones. A veces bastará con un “si te apetece venir, contamos contigo y aquí nos tienes” dicho de forma genuina.

Navidad (Foto: Freepik)
Ser introvertido es una forma de proteger la propia energía, dosificando la vida social (Foto: Freepik)

Y si eres tú quien tiende a replegarse en estas fechas, te ayudará el preguntarte desde dónde eliges: ¿Te estás protegiendo de un entorno tóxico que realmente te hace daño o se trata de antiguas heridas que se despiertan con el contacto de ciertas personas?

En el primer caso, poner límites y dosificar el contacto será un acto sano de autocuidado. En el segundo, quizá haya llegado el momento de revisar esas heridas de apego. Un psicólogo podrá ayudarte a entender de dónde viene esta coraza para ir construyendo, poco a poco, una seguridad interna que no dependa tanto de los demás.

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