La tempestad de Verdi abre la temporada del Teatro Real con un Otello visceral y luminoso
El Real rinde homenaje a Vargas Llosa con el excelente estreno de esta 29ª temporada no exento de polémica.
El Teatro Real inauguró el 19 de septiembre su 29ª temporada con una reposición de Otello de Giuseppe Verdi, en la producción de David Alden estrenada en 2016. Una obra monumental donde confluyen la genialidad de Shakespeare, la madurez de Verdi y un homenaje emotivo a Mario Vargas Llosa, figura estrechamente vinculada al coliseo madrileño.
Desde los primeros acordes, bajo la batuta enérgica y refinada de Nicola Luisotti, se respiró la tensión dramática que recorre la partitura. Desde el inicial “Esultate” -con la orquesta rugiendo como el viento furioso y mar embravecido- hasta el estremecedor final, Luisotti que tomó algunas libertades en tiempos, mostró una vez más su maestría verdiana. Y lo hizo con un pulso seguro, flexible y profundamente humano. La orquesta respondió con sonoridad rica, equilibrando la densidad del tejido orquestal.
Un espectáculo de altura
El gran y esperado acontecimiento de la noche fue, sin duda, Asmik Grigorian. Su Desdémona brilló con frescor y luz propia desde la primera escena. Un canto de pureza cristalina, sostenido en una técnica impecable, y una capacidad teatral que la coloca entre las grandes intérpretes del momento. Su “Canción del sauce” seguida del “Ave Maria” en el cuarto acto se convirtió en el instante más conmovedor de la velada, suspendido en un silencio reverencial que electrizó la sala.
El debut de Brian Jagde en el papel titular estuvo muy bien y deja ver un camino prometedor. Es un cantante inteligente y personalmente estoy deseando observar cómo continúa desarrollando este personaje y este rol en futuras funciones y producciones. De hecho, no es tarea menor. Enfrentarse a una ópera tan brutal como Otello significa entrar en diálogo con los “apolos” que han cantado estos papeles tan complejos, tanto en lo vocal como en lo dramático que pesan como una herencia.
En el rol de Iago, Gabriele Viviani ofreció una lectura sólida y contenida, de fraseo incisivo y malevolencia calculada. Sin embargo, he echado de menos un color más “Scarpiano”, como el papel precursor del Scarpia pucciniano, con esa oscuridad y tensión vocal que confieren un carácter aún más siniestro al villano verdiano.
La polémica del Otello blanco del Teatro Real
Más allá de la excelencia musical, la producción de Alden reabre un debate que el Teatro Real arrastra desde 2016. La no caracterización racial de Otello. Conviene recordarlo: Shakespeare que escribió la obra de teatro, la nombró Otello, el moro de Venezia y concibió a Otello, personaje principal de la obra, como un general norteafricano de piel negra. Y esa diferencia visible era un elemento dramático esencial sobre el debate de la inseguridad del personaje.
Aquí es importante subrayar la diferencia. Porque no es lo mismo caracterizar a un personaje en su verdad literaria que caer en el blackface de los Minstrel Shows. Una práctica racista y humillante que caricaturizaba a los afrodescendientes.
Otello puede -y debe- ser interpretado por cualquier tenor capaz de afrontar la enorme exigencia del papel, independientemente de su raza. Pero si el intérprete es caucásico, ¿por qué no caracterizarlo como lo que es: el moro de Venecia? El teatro vive de la transformación: nadie protesta cuando un tenor joven interpreta a un anciano rey o una soprano madura encarna a una adolescente.
La decisión de “blanquear” al personaje pretende universalizar la tragedia, pero a costa de borrar la herencia racial de Otello. Y con ello, al único gran protagonista negro de la ópera clásica. El debate sigue abierto, y el Real, al optar de nuevo por esta vía, se coloca en el centro de la polémica.
Un homenaje a Vargas Llosa
Las funciones están dedicadas a la memoria de Mario Vargas Llosa, quien durante dos décadas tuvo un profundo vínculo con la institución como Patrono y Presidente de Honor de su Consejo Asesor. He tenido la alegría, el honor y el privilegio de coincidir con él en varias ocasiones. Jamás olvidaré su expresión emocionada y sus palabras la primera vez que me escuchó cantar, cuando yo estaba en las últimas semanas de embarazo.
Era un hombre apasionado por el teatro y la ópera, que consideraba una extensión natural de la literatura. Que Otello inaugure la temporada con su nombre asociado es, sin duda, un acto de justicia poética.
Entre ovaciones, debate y memoria, el Teatro Real abre con Otello una temporada de alto voltaje. Una producción intensa y conmovedora que, más allá de la música, nos recuerda que el verdadero lujo de la ópera está en confrontarnos con las pasiones más hondas de la condición humana.