PSICOLOGÍA

Cómo pasar la mejor noche de San Juan en familia

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Todas las noches de verano tienen algo de especial, pero pocas se sienten tan cargadas de significado como la noche de San Juan. Ya sea frente a una hoguera, junto al mar o, simplemente, encendiendo una velita en casa, el 23 de junio nos invita a celebrarlo de forma simbólica y espiritual. Y lo mejor de todo: hacerlo con niños nos ofrece una buena oportunidad educativa. Si lo vais a celebrar, aprovecha su simbolismo para enseñarles a tus hijos a mirar, dentro de sus posibilidades, con “ojitos” introspectivos.

Al fin y al cabo, los rituales de San Juan fomentan la conexión familiar y pueden adaptarse a los más pequeños para hacer de esta noche una experiencia rica en significado y emoción. ¿Para qué sirven los rituales? Lejos de supersticiones vacías, la noche de San Juan es un ejemplo de por qué las personas necesitamos seguir practicando ritos comunitarios.

El fuego de San Juan simboliza mucho más que tradición: es una herramienta emocional de cierre y renovación (Foto: Freepik)

Por qué la noche de San Juan es más que una celebración

La razón está en que estos estructuran nuestras emociones y dan sentido a lo que, de otro modo, sería simplemente el paso del tiempo. Según la psicología simbólica explicada por el antropólogo Víctor Turner, los rituales de paso -como los cambios de estación-nos permiten procesar experiencias, marcar finales y comienzos, así como reforzar la identidad personal y colectiva,

En esta línea argumental, San Juan no es una noche más de “fiesta y cachondeo”. Es verdad que casi coincide con el solsticio de verano, que es la noche más larga del año. Por ello, su celebración suele servir como pistoletazo de salida para el verano y lo que ello significa: vacaciones y tiempo libre.  Sin embargo, San Juan es una fecha muy arraigada no sólo en la cultura mediterránea, sino también en muchas otras tradiciones del mundo. En su sentido ritual, su propósito real es el de conectar con nuestra necesidad ancestral de marcar transiciones, de soltar lo que ya no sirve y de renovar la esperanza.

Participar en rituales colectivos fortalece los vínculos sociales y deja huella en la memoria emocional (Foto: Freepik)

El fuego y su significado

En la noche de San Juan, el fuego se convierte en un elemento central. Psicológicamente, este representa la purificación: lo que se quema se transforma. Así, quemar papeles con deseos o miedos simboliza una forma de “limpieza”. Además, participar en un rito compartido -como saltar la hoguera o lanzarse al mar- activa mecanismos de cohesión social y memoria emocional.

Este tipo de actividades refuerzan los vínculos afectivos al promover la liberación de sustancias naturales como la oxitocina, una especie de “pegamento amoroso” dentro de las relaciones humanas.

De lo pagano a lo popular

Aunque esté asociada a San Juan Bautista por la tradición cristiana, la celebración tiene unas raíces mucho más antiguas y es celebrada en muchos países del mundo. En España, cada región ha adaptado el rito a su manera. Algunas de las comunidades autónomas españolas en las que es más popular son Galicia y Valencia, respectivamente.

Y aunque cada una de ellas tenga sus propias costumbres (saltar la hoguera nueve veces, tirarse al mar tras la media noche…), todos estos ritos comparten la intención simbólica de reconectar con la naturaleza, los ciclos y la comunidad.

Las celebraciones del solsticio de verano tienen lugar en casi todo el mundo para expresar la necesidad común de conexión con la naturaleza y con los demás (Foto: Freepik)

El valor psicológico de una noche mágica

Más allá del folclore, hay motivos psicológicos por los que la noche de San Juan nos atrae tanto. Para empezar, se trata de una celebración colectiva, pero con espacio para lo íntimo. El fuego, el mar, la noche y los deseos crean una atmósfera multisensorial que facilita la introspección. De hecho, la experiencia se vive con todos los sentidos: el crepitar de la leña, la brisa salada, la música lejana… Todos son elementos que contribuyen a una vivencia intensa, generando en nosotros recuerdos emocionales que perduran.

Además, ofrece la oportunidad para proyectar intenciones. En términos psicológicos, escribir deseos o miedos es una forma de autorregulación emocional. Al dejar que el papel se consuma en el fuego, se genera una ilusión controlada de cierre o “reseteo”, útil para aliviar tensiones acumuladas. Y al ser una festividad que se repite año tras año, ayuda a estructurar el calendario emocional de las familias.

Más allá de la magia: una celebración con sentido

La noche de San Juan no es solo una excusa festiva, sino una invitación a detenerse, conectar con uno mismo y con los demás. A través de rituales sencillos, se puede enseñar a los niños —y recordarnos a los adultos— que la magia, a menudo, no está en lo sobrenatural, sino en nuestra capacidad para simbolizar, compartir y renovar.

Por eso, en tiempos digitales de hiperconexión y falta de presencia, celebrar estos momentos sociales de unión y simbolismo puede ser, en sí mismo, un acto de salud mental y cultural.

Para los niños, la noche de San Juan puede ser una experiencia rica en juegos, simbolismo y aprendizaje emocional (Foto: Freepik)

San Juan con niños: simbolismo, diversión y conexión

Lejos del peligro de las grandes hogueras, San Juan puede adaptarse a los más pequeños con creatividad y sentido educativo. Estas son algunas ideas:

  • Deseos al fuego: Proponer que escriban en papel lo que quieren dejar atrás o aquello que desean para el nuevo ciclo. Quemarlo en una vela (bajo supervisión) les permitirá expresar y soltar.
  • Mini hoguera simbólica: Saltarla tres veces puede convertirse en un juego cargado de significado: cada salto puede representar algo como la suerte, la salud y la alegría.
  • Hacer coronas de flores: Inspiradas en tradiciones nórdicas, manejar las flores será una buena manera de conectar con la naturaleza y son también una manualidad lúdica.
  • Historias a la luz de la vela: Leer cuentos o, simplemente, compartir anécdotas en un ambiente relajado favorecerá el vínculo emocional.
  • Mirar a las estrellas o hacer juegos de sombras: Con esta actividad, la noche se convertirá en la mejor aliada para despertar la curiosidad, el asombro y la imaginación.

Estas actividades no solo entretienen, sino que transmiten valores, ayudan a verbalizar emociones y refuerzan la conexión entre generaciones.  ¿Te animas a ponerlas en práctica este año?

Patricia Peyró

Psicóloga de carrera especializada en divulgación. Escribo en distintos medios sobre psicología, gastronomía y life&stlyle. Dirijo el blog de tendencias www.madridmuychic.com.

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