¿Amar es no decir nunca lo siento?
Desmontando un mito romántico que nos aleja del amor real.
Mucho antes de Mr. Wonderful y de la sobreexposición en el mercado de la psicología positiva y de la autoayuda en forma de frases intensas, ya hacíamos uso de ellas. Aunque de forma más moderada. Una de estas frases rezaba lo siguiente: “Amar es no decir nunca lo siento”. Y al leerla (como el que leía “Si yo fuera supermán te llevaría volando…”) uno no terminaba de entender lo que quería decir, y mucho menos captaba el alcance de su significado. Pero esta frase de carpeta de los años 80, en realidad no hay por dónde cogerla.
Además, no es nada realista, a pesar de estar cargada de buenas intenciones. Descubrimos, a partir del enunciado mítico, algunas de las falacias que nos han hecho creer sobre el perdón en pareja y por qué decir “lo siento” es más importante de lo que parece.
El amor romántico que nos vendieron
La frase, que proviene de la película Love Story del año 1970, se convirtió en todo un eslogan romántico, hasta el punto de lograr sobrevivir durante décadas. El porqué de su éxito probablemente tenga que ver con lo habitual que es confundir el amor con la idealización. En esta línea de pensamiento, nos resulta fácil pensar que cuando el amor es genuino todo se sobreentiende, y no hay ni que explicarse ni justificar nada. Es más, en un contexto tan idílico, parece que hasta pedir perdón es casi un atentado contra la pureza de un amor sincero. Pero ¿y si en realidad fuera al revés?
No es casualidad que muchas de estas frases vengan del cine, la literatura o la música, donde el amor se representa de forma intensa, a menudo incondicional o trágica hasta lo irracional. Desde Romeo y Julieta, y pasando por Cumbres Borrascosas hasta Titanic, hemos disfrutado de demasiadas historias donde el amor auténtico lo justifica todo. En ellas, muchas veces se exalta el sufrimiento como algo positivo, llevándonos a confundir los silencios y los sacrificios con gestos de amor verdadero.
¿Qué quiere decir realmente esta frase?
Haciendo una lectura benevolente, “Amar es no decir nunca lo siento” sugiere que, cuando se ama de verdad, no se actúa con dobleces y, por tanto, nunca se hace mal al otro. Al menos, intencionadamente. Bajo este prisma, el amor serviría como garantía de una buena intención constante que nos eximiría de cualquier error emocional. Sin embargo, esta interpretación parte de una visión idealizada y bastante ingenua del comportamiento humano.
Lamentablemente, en las relaciones afectivas, los malentendidos y las heridas son prácticamente inevitables. Y lo son precisamente porque el amor romántico, sobre todo el recién estrenado, es un territorio sembrado de minas psicológicas. Heridas traídas de la infancia, de supuestos no hablados, de inseguridades y de diferencias de criterio todavía no expuestas.
Sin disculpas no puede haber un vínculo equilibrado
Lejos de lo que promueve la célebre frase, la psicología no valida este planteamiento en nuestros días. Pedir perdón no es un signo de debilidad, sino de madurez emocional, ya que supone reparar los daños causados en la relación. Además, va al margen de la falta de las malas intenciones. Así, el reconocer que lo que hemos hecho -o dejado de hacer- ha tenido un efecto real en la otra persona y ofrecer una disculpa sincera tiene el poder de reparar y acercar. Por el contrario, el no pronunciarse podrá generar desconexión, desconfianza o incluso un resentimiento que se irá acumulando.
Así lo plantea la psicóloga estadounidense Harriet Lerner, especialista en psicología de la mujer, relaciones y terapia familiar. Su enfoque feminista denuncia cómo durante décadas se ha condicionado especialmente a las mujeres a callar, complacer o adaptarse al otro. Incluso cuando se han visto atrapadas en dinámicas tóxicas o de desigualdad de poder. En su libro Why Won’t You Apologize?, Lerner explica por qué muchos hombres, en contextos marcados por el orgullo o el desequilibrio relacional, evitan pedir perdón o esperan que sea la mujer la que ceda. Incluso cuando no les corresponda hacerlo.
Amar no nos libra de hacer daño pero eso no significa amar menos
Desde este enfoque, la frase “Amar es no decir nunca lo siento” puede leerse como un eco de esos antiguos patrones en los que se idealiza un tipo de amor que exige aceptación incondicional -a menudo femenina-. Incluso cuando haya dolor de por medio. Y eso no es amor, sino sumisión.
A menudo pensamos que si hay amor verdadero, no debería haber dolor. Pero esta idea, aunque tentadora, no se ajusta a la realidad. En la vida cotidiana, incluso las relaciones más sólidas están llenas de matices: diferencias de carácter, historias personales previas, inseguridades, y hasta días malos. En ese contexto, es casi inevitable que en algún momento haya roces, malentendidos o actitudes que terminen hiriendo al otro, aunque no sea nuestra intención.
Una frase alternativa más realista y útil
Una versión más ajustada a la realidad y emocionalmente sana sería decir que “Amar es saber decir lo siento y hacerlo desde el corazón”. Esta frase quizá no suene tan bonita, pero refleja algo mucho más valioso: la disposición a responsabilizarse, a aparcar el orgullo y a ser consecuentes con ese amor que supuestamente sentimos.
A menudo, pedir perdón no se trata sólo de lo que hemos hecho, sino de lo que la otra persona ha sentido. Y validar esto puede ser un gesto profundamente reparador. Recordemos que el amor real, el que perdura, es el que no tiene miedo de reconocer el daño, pedir perdón y volver a construir. No porque todo se entienda sin decirlo, sino porque nos importa lo suficiente como para no darlo por supuesto.