Foto: Museo Thyssen-Bornemisza
Siempre es gratificante y enriquecedor visitar los grandes museos. Pero a la vez resulta imposible visitarlos “de una vez” prestando la debida atención a todas y cada una de sus obras. Sucede con grandes pinacotecas como el Museo Thyssen-Bornemisza, de cuyas paredes cuelgan aproximadamente 900 obras que permiten recorrer la historia de la pintura occidental desde el siglo XIII hasta el XX.
Entonces… ¿Cómo apreciar las colecciones como merecen? ¿Qué obras seleccionar para que la visita resulte interesante sin cansar a quien la realiza? Creo que el secreto está en limitar el recorrido a una o varias salas, centrarse en un autor o una temática concreta.
Y por supuesto hacerlo de la mano de alguien que conozca el espacio, sepa transmitir la riqueza de los cuadros, los ponga en contexto y los complemente con anécdotas que harán que se queden en tu memoria para siempre.
Y justo esto es lo que proponen el Museo Thyssen-Bornemisza y el Hamman Al Ándalus con su ‘Camino del Agua’. Una visita guiada al museo con parada en 17 obras y que aúna las materias de ambas entidades: el arte y el bienestar.
Porque el paseo es instructivo, sí, pero también muy gratificante y sensorial. De hecho invita a evadirse a través de las pinturas y dejarse seducir por el poder del agua en todas sus dimensiones.
Y es que el agua, desde tiempos inmemoriales, se ha utilizado en la pintura para transmitir muchas cosas. Es un elemento relacionado con la sanación pero también con el poder, el dinamismo, la soledad o la contemplación.
En este contexto es bonito y sorprendente descubrir si en un cuadro el agua está representada porque el autor quería demostrar su virtuosismo con el pincel o si por el contrario era parte de un mensaje.
De todo esto habla magistralmente Elisa Sopeña, la encargada de guiar este ‘Camino del Agua’ por el Thyssen. Guía del museo desde 1999, no solo demuestra ser una profunda conocedora de las obras sino que transmite su pasión por ellas de una forma maravillosa, didáctica y entusiasta.
Con todo, el recorrido descubre pinturas que muestran el agua -brava o en calma- en mares, ríos, fuentes o lagos a lo largo de cinco siglos. Desde la agitación de Neptuno y Anfitrite de Sebastiano Ricci (Renacimiento italiano) a la técnica de Mujer en el Baño de Lichtenstein (Arte Pop) pasando por la delicadeza de Deshielo en Vétheuil de Monet (impresionismo) o los mensaje escondidos de La Toilette de François Boucher (rococó), entre otros.
En todos el agua es mucho más que un elemento. Es un detalle o un todo con significado que explica, a la perfección, su papel en la vida y en la historia del arte.
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