(Foto: Gtres)
El fallecimiento de Isabel II dejó en el aire y sin funciones a un nutrido grupo de funcionarios y personal de servicio que trabajaba para la monarca. Carlos III adjudicó nuevos roles a muchos de ellos, pero hubo otros que se tuvieron que buscar un nuevo destino profesional. La última en abandonar sus funciones ha sido Angela Kelly. A sus 65 años la jubilación es probablemente su próxima realidad. Sobre todo después de trabajar para Isabel II durante sus últimos 25 años de vida.
Todos en el Palacio de Buckingham, en Windsor o allá donde la reina tuviera su residencia sabían de la importancia que tenía esta mujer para la reina. Era su mano derecha, la persona de confianza para todo. Cuentan que estaban tan unidas que se ponía hasta los zapatos de la monarca. Era su estilista, peluquera y hasta masajista si fuera menester.
A cambio de su labor incondicional, Isabel II creó para Angela Kelly el título de “Asistente personal, asesora y curadora de Su Majestad”. Una cercanía y complicidad que desató, como es habitual en este tipo de casos, los recelos de algunos familiares y empleados de palacio. Algunos sospechaban que la señora Kelly ejercía demasiada influencia sobre la reina. Algo que, dado el carácter propio de Isabel II, no tendría mucho fundamento.
Su último capítulo dentro de Windsor, donde residía junto a Isabel II, no ha sido todo lo agradable que ella hubiera querido. Tras el fallecimiento de la reina, Carlos III ordenó el cambio de todas las cerraduras en las dependencias que usara el personal que había estado bajo servicio de la reina. Angela Kelly conservó eso sí, la pequeña casa en el propio recinto del castillo, junto al río, que la reina le cedió como domicilio personal. Hasta que este pasado fin de semana y por orden expresa del rey, la asesora de la reina hizo la mudanza.
Cuentan que Angela Kelly se ha marchado muy triste y a regañadientes de la que fue su casa. Ahora vivirá en la zona montañosa de Peak District, a más de dos horas en coche de Windsor. Bajo expreso mandato de la reina antes de morir, Carlos III le ha comprado allí una casa donde podrá vivir el resto de su vida.
Después de ello, la vivienda será propiedad de la corona. A cambio, Angela Kelly guardará silencio sobre todo lo vivido junto a Isabel II. Algunas fuentes señalan sin embargo, que la reina sí le habría dado permiso para publicar un libro, que le sirviera como fuente de ingresos para completar su pensión.
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