Cosmeticorexia y otras obsesiones: cuando la belleza se convierte en un trastorno
Cómo el tratar de estar guapa puede afear tu mente y tu autoestima.
La belleza natural existe, y también la belleza interior. Pero una ayudita no viene mal a nadie. Y si no, que se lo digan a quienes han caído en la adicción a verse demasiado bien tomando los atajos proporcionados por la medicina estética actual. Porque cuidarse uno y darse un boost beauty a modo capricho y de vez en cuando no tiene nada de malo.
Sin embargo, cuando los tratamientos o retoques dejan de ser algo puntual para convertirse en una falsa necesidad, es cuando comienzan los problemas. Tanto es así que hasta tiene nombre. ¿Has oído hablar de la Cosmeticorexia o de la Dismorfia corporal? Damos un repaso a los riesgos asociados a engancharse a los cosméticos y a la medicina estética.
De la crema al quirófano: un continuo de obsesión
En plena temporada navideña no es casualidad que haya cola (sobre todo de mujeres) en los centros de estética para ponerse a punto antes de Nochebuena. Un poco de bótox por aquí, algo de ácido hialurónico por allá…
Lo importante es verse bien y salir aún mejor en esas fotos. Esas que quedarán para siempre en el archivo personal del móvil que bien podríamos titular Diógenes digital. Algo que sirve precisamente para comprobar el antes y el después tanto del paso de los años como de los tratamientos.
Aunque no es lo mismo tener el cuarto de baño lleno de cremas que pasar por un quirófano, en realidad, forman parte de un mismo continuo. Este comienza por el enganche a los productos cosméticos, con sus rituales infinitos de aplicación de sérums y mascarillas.
Continúa con la medicina estética descrita como “mínimamente invasiva” (lo cual quiere decir agujas y aparatología) y en su parte más extrema, termina en el quirófano, con el uso de bisturí.
La parte que podría parecer menos grave, en realidad sí que reviste gravedad cuando empezamos a hablar de Cosmeticorexia. Este término, aunque no esté recogido en los manuales diagnósticos de medicina y psicología, es bastante popular en términos divulgativos.

Cuando la belleza se convierte en un trastorno
Además, despierta el interés no solo en padres preocupados por el dispendio de sus hijas en cremas y maquillaje. También en investigaciones sobre adicción a los cosméticos.
La Sociedad Española de Medicina Estética recuerda que, bien indicada, esta disciplina se trata de una especialidad médica que puede mejorar la calidad de vida de personas con complejos importantes.
Pero también advierte de que la oferta se ha disparado y hasta masificado: lo que antes era un lujo reservado a unos pocos, hoy se presenta como un consumo casi cotidiano, amplificado por redes sociales y filtros que animan a buscar “la cara perfecta”.
Cuando el deseo de cuidarse se convierte en necesidad y los objetivos personales comienzan a girar en torno al siguiente retoque, ya no hablamos de bienestar, sino de dependencia y obsesión por la belleza. Detrás de muchas de estas conductas puede estar el Trastorno dismórfico corporal (TDC).

Un trastorno obsesivo-compulsivo que hay que vigilar
El manual médico de referencia internacional MSD lo explica como un trastorno mental en el que la persona vive atrapada por uno o varios “defectos” percibidos en su aspecto. Pueden ser reales pero mínimos o directamente imaginarios pero le generan una enorme angustia y ocupan buena parte de su tiempo.
Para calmar esa preocupación, el paciente recurrirá a rituales como mirarse compulsivamente al espejo, camuflarse con maquillaje o buscar tratamientos estéticos una y otra vez, sin quedar nunca satisfecho.
Por su parte, el DSM-5, que es el manual homólogo desde el punto de vista de la salud mental, lo incluye dentro del espectro de los trastornos obsesivo-compulsivos. Porque combina obsesiones (pensamientos intrusivos sobre una supuesta fealdad) y compulsiones (conductas repetitivas dirigidas a “arreglar” tal defecto).
A nivel psicológico, y en estos casos, los retoques no constituyen un mero capricho, sino que pretenden ser “una salida” para superar trastornos como la depresión y la ansiedad.
Cosmeticorexia: la piel adolescente en el punto de mira
Aunque la cosmeticorexia puede afectar también a chicos, son sobre todo las niñas las que reciben por redes sociales una publicidad hipersegmentada de belleza y skincare que las hace desarrollar la obsesión por el cuidado de la piel.
Esto implica un uso excesivo de productos cosméticos, incluso antiedad, nada apropiados para ellas. Tanto es así, que dermatólogos y sociedades científicas alertan de que estas prácticas pueden acarrear problemas. Por ejemplo irritaciones, alergias de contacto, eccemas e incluso empeorar el acné en lugar de mejorarlo.
Cómo hablar con tu hija adolescente sobre esto
Como padres, no se trata de prohibir cualquier crema, sino de acompañar y poner límites razonables, desde la sensatez y el diálogo:
- Hablar abiertamente de autoestima e imagen corporal, explicando que nadie es perfecto y que una piel real tiene poros, granitos y textura.
- Revisar juntas las redes sociales. Ayuda a la niña a detectar filtros y publicidad encubierta, y anímale a seguir cuentas que muestren diversidad de cuerpos y rostros.
- Acordar normas de uso de tecnología y de compras. Tiempo en redes, edad de uso de ciertos productos, y prohibición de usar activos potentes en su piel sin supervisión.
- Si notas que pasa horas pensando en su aspecto, se compara constantemente o evita planes porque “está horrible”, puede ser el momento de consultar con un profesional para descartar casos de TOC o TDC.
Rompe con el círculo obsesivo-compulsivo
En suma: cuidarse está muy bien, pero con cabeza, y sabiendo que lo primero es la salud, que además comienza en lo mental. Y si este año te has pedido “labios” para reyes, ten cuidado, porque los deseos a veces se hacen realidad. Pero en este caso, a lo mejor no le suman nada a tu cara.
